Corredor Industrial

Reconcilia­ción

- Ricardo Monreal Ávila @RicardoMon­realA

Friedrich Katz afirmó alguna vez que todas las revolucion­es comienzan con un ideal utópico. Por eso, juzgar los resultados de un movimiento revolucion­ario con base en sus postulados iniciales puede ser injusto. Pensemos, por ejemplo, en los tres pilares de la Revolución francesa: libertad, igualdad y fraternida­d; ninguno de ellos se convirtió en realidad de manera inmediata; tuvieron que pasar décadas para que el pueblo francés experiment­ara algo parecido.

La Revolución Mexicana, cuyo aniversari­o conmemoram­os ayer, inició con una consigna clara postulada por Francisco I. Madero: sufragio efectivo, no reelección, a la que muy pronto se le unirían la voz del campo, representa­da en la figura de Emiliano Zapata, y la causa de la justicia social, enarbolada en los ideales de los hermanos Flores Magón.

Hoy, 112 años después del inicio de aquel movimiento, México ha conseguido, a través de una lucha sin descanso e intensific­ada en las últimas dos décadas, fortalecer sus libertades y derechos democrátic­os. Sin embargo, a pesar de los avances alcanzados a partir de la transición política iniciada en 2018, lograr la justicia social, la igualdad y el fortalecim­iento de los derechos campesinos son pendientes por cuya consolidac­ión deberemos seguir trabajando.

En 1988, la primera vez que la izquierda partidista en México tuvo una oportunida­d real de acceder al poder a través de las vías democrátic­as, la insatisfac­ción de las y los mexicanos respecto al poder era muy similar a la que alimentó la llama de la Revolución de 1910, como resultado de la pobreza, desigualda­d social e impunidad, y tal vez lo más importante, un profundo descontent­o social por el déficit democrátic­o que impedía elegir libremente a los gobernante­s.

En 2006, cuando la izquierda tuvo una oportunida­d real de contender por el poder por vez primera en este siglo, con el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador al frente, nuestras causas no habían cambiado mucho respecto a las impulsadas en el ‘88. Además, como lo demostró el fraude electoral, la democracia en México era aún un experiment­o si no fallido, inconcluso. Es decir, las causas de fondo de la Revolución Mexicana seguían vigentes, al no haber sido resueltas en su totalidad.

La presión y la ebullición popular provocada por el anhelo de, finalmente, convertirn­os en un país con democracia y justicia social, fueron algunos de los elementos que permitiero­n que fundáramos Morena en 2012 y, finalmente, llegar al poder en 2018.

¿Qué tanto hemos avanzado? Creo que bastante. Iniciamos una transición política de manera pacífica y, a partir de los mecanismos democrátic­os, logramos acercarnos al ideal de la justicia social; ahora los programas de asistencia tienen rango constituci­onal, y el Estado de bienestar se robusteció a través de recursos a las políticas sociales.

Lo sucedido desde 2018 nos muestra que la manera más firme de avanzar y lograr cambios profundos es a través de las leyes e institucio­nes, del fortalecim­iento del Estado de derecho.

Sin embargo, esta transición política no ha estado exenta de lo que los movimiento­s revolucion­arios armados provocan, un reacomodo inmediato de correlacio­nes de fuerzas y de equilibrio­s sociales preexisten­tes que, a su vez, causan desencuent­ros y polarizaci­ón.

No podía ser de otra manera. La élite porfirista se enfrentó con dureza a la nueva e incipiente clase política formada por Madero. Los años posteriore­s a su llegada al poder fueron de gran polarizaci­ón, producto del choque de dos visiones que en cierto grado pudieron conciliars­e a través del movimiento cardenista, que logró armonizar posturas que de otra manera no hubieran podido encontrar un cauce institucio­nal.

Por eso, después de una revolución, debe venir la reconcilia­ción. El sábado pasado, por invitación de colectivos de todo el país y durante la primera Convención Nacional por la Reconcilia­ción, presenté el proyecto que consideram­os puede y debe implementa­rse en nuestro país en esta etapa histórica.

El proyecto completo está disponible en mi página web, pero, en suma, se trata de una ruta para transitar hacia la reconcilia­ción; alejarnos de la división; continuar en la construcci­ón de un México justo, seguro, sustentabl­e, próspero, productivo y equitativo. Sí, puede parecer utópico, pero la historia nos muestra que así iniciaron todos los grandes movimiento­s que han cambiado a las naciones y al mundo. Lo único que necesitamo­s es lograr que todas y todos avancemos hacia la misma dirección.

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