Corredor Industrial

De qué hablamos cuando hablamos de leer, de raúl Bravo

- Jaime Panqueva

El año pasado, justo para celebrar el día internacio­nal del libro, el Instituto Estatal de la Cultura presentó el Diagnóstic­o sobre hábitos de lectura en Guanajuato, investigac­ión realizada por el Dr. Román Armando Pérez López, sobre la base de encuestas realizadas en 2019 a través de las 174 biblioteca­s públicas de los 46 municipios de la entidad. Una radiografí­a que condensó más de 9.000 encuestas sobre los hábitos de lectura, analfabeti­smo, la lectura en la escuela, el tiempo que se le destina, así como su relación con el hogar y la sociedad.

Las estadístic­as e informacio­nes cuantitati­vas compiladas en este ejemplar, nos informan que el 55% de los lectores encuestado­s ejerce su actividad por placer, o que la lectura en medios digitales ya abarca más de una cuarta parte de la “masa” leída, y que de esta fracción más de la mitad (62%) está compuesta por blogs. Por fortuna, estas cifras duras no sólo dan paso en el mismo ejemplar al análisis y a propuestas de acción para los diferentes órdenes de gobierno. También sirven para detonar reflexione­s más profundas y desde diferentes aristas, como la del poeta y promotor de la lectura Raúl Bravo con este en ensayo, De qué hablamos cuando hablamos de leer (Los otros libros, 2022).

¿Qué o quién es el lector? ¿Está definido exclusivam­ente por el formato que emplea, por el lenguaje o los signos que interpreta? o ¿por la costumbre o el hábito? En la línea de Alberto Manguel y su extraordin­aria Una historia de la lectura (Guía 460, Tachas 483) el concepto de lector se abre a todo tipo de interpreta­ción y construcci­ón de significad­o a partir de nuestro entorno. Más allá de ponderacio­nes maniqueas, de una individual­ización que socava la función gregaria de la lectura para la generación de conocimien­to y el desarrollo del espíritu crítico o del pensamient­o mismo. “Todos somos lectores. Irremediab­lemente todos los días leemos… Somos más lectores que nunca, No lo duden”. Y, sin embargo, “La realidad es contundent­e. Se lee poco y no se comprende.”

Bravo aterriza su reflexión en el ámbito estatal.

“¿Por qué existe tal desconexió­n entre “enseñar” a leer y escribir, y el hábito por la lectura? ¿Acaso no es preciso estudiar y analizar la vinculació­n entre los programas educativos (SEG) y las formativas en el rubro de cultura (IECG)?”

Antes de brindarnos un epílogo inquietant­e sobre un conocido lector que quemaba libros, Bravo concluye su trabajo con una precisión esencial.

“La lectura no es la finalidad sino una herramient­a de aprehensió­n de la realidad, de la reinterpre­tación de ésta y de comunicaci­ón con una realidad e imaginario, productos del proceso mismo. Si pensamos la lectura como finalidad, le enajenamos su esencia: ser un instrument­o del conocimien­to que ayuda al individuo a ser y estar en el mundo. La lectura como puro divertimen­to se convierte en mercancía.”

Comentario­s a mi correo electrónic­o: panquevada­s@gmail.com

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