Correo - Ocio Dominical

Las lenguas hechizadas

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Hubo una vez un brujo malvado que una noche robó mil lenguas en el pueblo, y después de aplicarles un hechizo para que sólo hablaran cosas malas de los demás, se las devolvió a sus dueños sin que estos se dieran cuenta.

De este modo, en muy poco tiempo, en ese pueblo sólo se escuchaban cosas malas de todo el mundo: “que si este había hecho las cosas muy feas, que si aquel olía mal, que si este era un aburrido y el otro un torpe”, etc... y aquello sólo llevaba a que todos estuvieran enfadados con los demás, lo cual sólo le causaba alegría al brujo, pero también provocaba un caos en el pueblo, pues ya nadie quería estar en compañía.

Un mago viajero llegó a ese pueblito con muchas buenas historias, pero nadie al ver que todos eran groseros entre sí, decidió intervenir con sus mismas armas. Hizo un encantamie­nto sobre las orejas de todos. Las orejas cobraron vida, y cada vez que alguna de las lenguas empezaba sus críticas, ellas se cerraban fuertement­e, impidiendo que la gente oyera. Así empezó la batalla terrible entre lenguas y orejas, unas criticando sin parar, y las otras haciéndose las sordas...

Con el paso del tiempo, las lenguas hechizadas empezaron a sentirse inútiles: ¿para qué hablar si nadie les escuchaba?, y como eran lenguas y preferían que las escuchasen, empezaron a cambiar lo que decían. Cuando comprobaro­n que diciendo cosas buenas y bonitas de todo y de todos, volvían a ser escuchadas, se llenaron de alegría y olvidaron para siempre su hechizo.

Y aún hoy el brujo malvado sigue hechizando algunas lenguas por el mundo, pero gracias al mago ya todos saben que lo único que hay que hacer para acabar con las críticas y los criticones, es cerrar las orejas, y no hacerles caso.

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