GAUDENCIO RODRÍGUEZ
“¿Recuerdas que hace muchos años hablabas de parentalidad en tu columna del correo y era una palabra media desconocida? Hoy debes estar orgulloso porque el concepto está llegando lejos”, me dijo una colega al salir de una capacitación sobre políticas públicas para la niñez, donde la parentalidad positiva fue eje central de dicha jornada.
Ya son 15 años escribiendo esta columna semanal que lleva como título “Parentalidad”. El objetivo siempre ha sido aportar reflexiones, datos, evidencias, información y todo aquello que abone a una de las funciones más importantes en la sociedad: la formación de las nuevas generaciones.
La parentalidad positiva favorece el desarrollo de relaciones paterno-filiales beneficiosas y la optimización del potencial de desarrollo del niño. A partir del 2006 el Consejo de Europa consciente de la gran importancia que tiene la tarea de ser padre o madre, no ha dudado en promoverla. Y a través de los años ha cruzado las fronteras. De tal manera que países como Chile, lo tienen como instrumento en sus públicas.
En México, las políticas y las medidas de apoyo al ejercicio de la parentalidad han de plantearse en un marco en el que se considere a hijos y padres como titulares de derechos y obligaciones, tal y como apoya el Consejo de Europa, toda vez que nuestro país ratificó en 1990 la Convención sobre los Derechos del Niño, acto en el cual se comprometió como garante de los derechos.
Desde ese compromiso, hecho norma en el 2014, al expedirse la Ley General de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, debe reconocerse que los padres son los principales responsables de sus hijos, salvo en caso de que el Estado deba intervenir para proteger al niño, Estado que es responsable de ofrecer a los padres las oportunidades para el desempeño de su rol. Padres e hijos han de considerarse como socios y ha de hacerse todo lo posible por garantizar igual participación por parte de ambos padres.
Durante 15 años he podido reflexionar y promover la parentalidad positiva a través de este espacio gracias a la apertura del equipo editorial de este diario, llegando a más de un lector que ha permitido ser tocado por las ideas, regalándome palabras de aliento para continuar en esta labor, al constatar que algo valioso aporta a quien desea leerme: “Lo felicito sinceramente por el contenido de sus columnas sobre parentalidad. Es de gran ayuda para mí darme cuenta de que en muchas ocasiones reprendí de manera inadecuada a mis hijos. Por eso trataré de enmendar errores para buscar el acercamiento y vivencias que lleven al bienestar familiar. Por tal motivo le doy las gracias infinitas”.
Mis colaboraciones editoriales, son mi aporte a la sociedad en pro de la infancia, al aportar recursos a papás, mamás, docentes, instructores y a toda persona responsable de promover el sano desarrollo de niñas, niños y adolescentes.
Me cuentan que esta columna ha servido para detonar diálogos entre comunidades de padres/madres y docentes, como ideas para algún programa de radio o televisión y de marco para la respectiva guía del programa, lo cual me alegra, pues somos nosotros, adultos contemporáneos, la generación coyuntural en la historia de la crianza que puede cambiar el paradigma de los malos a los buenos tratos gracias a que hoy contamos con información basada en evidencia que nos permite conocer qué acciones parentales promueven el sano desarrollo.
Esta actividad editorial comenzó como un ejercicio de denuncia de la violencia y abusos que vivían niñas y niños menores de seis años y que eran atendidos en el centro de asistencia social donde laboraba hace más de una década y terminó fungiendo como un ejercicio semanal de análisis y síntesis que obliga a poner en un par de cuartillas una idea, una propuesta, una denuncia, una herramienta parental.
Semana con semana se fueron sumando los artículos, y un día, un par de personas conocedoras de la educación y del mundo editorial, me sugirieron compilar mis colaboraciones y publicarlas. Les hice caso y compilé, actualicé y escribí algunos artículos nuevos que, en el 2014 se convirtieron en el libro Cero golpes, el cual tiene énfasis en la erradicación del castigo corporal y demás recursos disciplinarios humillantes, crueles y degradantes, pero, sobre todo, proporciona alternativas para el buen trato. Seis años después, tal vez sea momento de publicar un segundo título.
Gracias al periódico correo por la invitación a colaborar y en ese acto, hacer eco a información necesaria para la construcción de vínculos humanos. Gracias a quienes cada semana deciden dejarse tocar por estas líneas y las difunden.