ENRIQUE R. SORIANO
Los idiomas son como los seres vivos: nacen, crecen, se reproducen y mueren. Eso se debe a que, por condición natural, están vinculados a la aparición, desarrollo, influencia y desaparición del grupo al que pertenecen. Las lenguas surgen en un momento y responden a las necesidades de la civilización que les da origen. Por eso entre más compleja una civilización, más rico y variado su lenguaje. Pero también, entre más grande esa civilización, mayor contacto con otras grupos organizados. El vínculo (por comercio o guerra) lleva a obtener elementos con que no cuenta originalmente y con ello nuevos nombres, por ejemplo, a lo importado. Pero también, gracias al propio comercio y guerra se exportan palabras.
El lenguaje, entonces, nace, crece, se reproduce y muere con las propias civilizaciones. Pongamos por ejemplo a los griegos. Su lengua influye a los grupos con los que se vinculó y a su vez recibió influencia de las civilizaciones dominadas. Los griegos desarrollaron su propio lenguaje, pero con el paso del tiempo y los cambios militares, terminaron por ser absorbidos por los romanos. Muchas palabras griegas se incrustaron en el latín. Y finalmente murió, con la propia civilización romana —hoy únicamente el Vaticano lo tiene por idioma oficial, ya no es una lengua materna—. El proceso fue lento, pero irreversible e irremediable.
Ahora, a pesar que las matemáticas las heredamos de los árabes, muchas voces tienen su antecedente en el griego. ¿Por qué los árabes prestaron principal atención a lo relacionado con los números y no a la democracia? Pues porque sus condiciones de existencia así se lo exigía. En el ambiente del desierto — propio de los árabes— es difícil establecer grupos sedentarios. El grueso de la población estaba más vinculado a las caravanas que iban de una ciudad a otra.
Eso hacía difícil la adopción de palabras sociales, pero se dejaron influir por los números (propio de las necesidades comerciales, la principal actividad de las caravanas).
El lenguaje y pensamiento de una civilización está vinculado estrechamente la forma de existencia. Por ejemplo, ¿por qué la base del sistema de numeración de los árabes es diez, mientras que el de los mayas tiene base veinte? Sus condiciones ambientales. Los árabes debían protegerse los pies y solo quedaron de las manos para numerar sus rebaños. En tanto, los mayas, por el clima semitropical, mantuvieron los dedos de los pies a la vista y fueron ocupados para numerar.
La aldea global —como se le llama ahora al mundo, con tecnología y economías interdependientes y la pandemia lo ha más que demostrado— ha influido en nuestro lenguaje. Ahora tenemos palabras que provienen de todo el mundo (tsunami, por mencionar una de origen japonés). La influencia de idiomas, unos a otros (nosotros también hemos aportado muchas palabras del náhuatl y maya) refleja la evolución de los idiomas. Pasarán siglos para que nos percatemos que el español será otro. Y quizá tan distante del actual, que podamos suponer que el de hoy ha muerto.