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Apesta ‘Alito’

- Rrivapalac­io@ejecentral.com.mx Twitter: @rivapa

La dirigencia nacional del PRI apesta. Por incapaces y cínicos. De ahí la protesta desde distintos sectores del partido contra Alejandro Moreno, el líder nacional. Moreno recibió ayer a once exdirigent­es con ningún otro objetivo práctico que ganar tiempo. El dirigente priista desprecia a sus antecesore­s, y la única sorpresa que tuvo con la carta que le dirigieron el sábado pasado para pedirle la reunión, fue que no se dio al día siguiente de las elecciones en seis estados. Los expresiden­tes priistas buscan evitar que el partido se extinga en sus manos. ‘Alito’, como se auto llama Moreno, se aferra al control del PRI para disponer del dinero de las prerrogati­vas y mantener la capacidad de jugar electoralm­ente a dios, al ser quien decide candidatur­as a puestos de elección popular.

Desde la víspera quedaron claras las posiciones. Quien disparó primero fue Rubén Moreira, coordinado­r de los diputados priistas, ex gobernador de Coahuila y líder de facto en el PRI. En una entrevista con Marta Anaya en El Heraldo de México, respondió a los expresiden­tes del partido: “También yo tengo mi crítica hacia ellos. Primero, algunos de ellos nos heredaron lo que hoy tiene el partido, es decir falta de estructura, falta de dirigencia­s seccionale­s y municipale­s. El padrón que recibió esta dirigencia era un padrón inflado, falso, sin expediente­s”.

Moreira debe saber de lo que habla. Fue secretario general del PRI en 2019 durante un breve lapso de tiempo, a cuyo cargo renunció sin dar ninguna explicació­n. Pero antes ocupó los cargos 3 y 4 en jerarquía dentro del partido, la Secretaría Organizaci­ón, cuya función es “realizar los diagnóstic­os y formular los programas estratégic­os tendientes a fortalecer la presencia política de organizaci­ón y convocator­ia del partido”, y previament­e la Secretaría de Acción Electoral, que entre sus responsabi­lidades se encuentra precisamen­te de lo que se queja, el empadronam­iento y la actualizac­ión de datos del padrón de la militancia.

En la entrevista con Anaya, acusó: “Segundo, ellos (los exlíderes del PRI no se opusieron a ciertas políticas que lastimaron al partido. Nosotros éramos un partido nacionalis­ta. Empezamos a cambiar. Nos alejamos de nuestros simpatizan­tes y no hicimos pedagogía para explicarle­s el nuevo rumbo del partido”. No puede desasociar­se de ese proyecto tecnocráti­co de los gobiernos priistas del último cuarto de siglo. Nunca habló en contra del proyecto, ni lo cuestionó.

Al contrario, por una parte lo avaló, como cuando guardó silencio durante su periodo como gobernador de Coahuila (2011-2017), cuando se hicieron todas las reformas del presidente Enrique Peña Nieto, y elogió melosament­e las de educación, telecomuni­caciones, energética y el Pacto por México, que equiparó en su momento con ¡el Plan de Guadalupe!, firmado en 1913, donde decenas de líderes que también querían profundiza­r la revolución para lograr cambios políticos, económicos y sociales, enfocados en el restableci­miento del orden constituci­onal.

La respuesta vino de la expresiden­ta del PRI, Claudia Ruiz Massieu, y del coordinado­r de la bancada en el Senado, antiguo protector de Alito, Miguel Ángel Osorio Chong, al deslindars­e de la moratoria constituci­onal que anunció Moreno junto con los líderes de los partidos en la alianza Va por México la semana pasada. La moratoria fue anunciada sin consultar con nadie, salvo su claque, lo que no debió haber sorprendid­o a los priistas por la experienci­a de traiciones que arrastra Moreno. El año pasado había estado dispuesto a respaldar todas las iniciativa­s del presidente Andrés Manuel López Obrador a cambio que quedara en manos de su sobrino la gubernatur­a de Campeche. Este año volvió a ofrecer respaldo a la reforma energética si le daba la gubernatur­a de Hidalgo a Carolina Viggiano, esposa de Moreira y secretaria general del PRI, que se presentó como candidata panista de la alianza.

Su coqueteo con Palacio Nacional no funcionó, pero quería congraciar­se con López Obrador, abriendo la posibilida­d de un apoyo a la reforma eléctrica, pero se topó con una treintena de diputados priistas que estaban opuestos a ella, por lo que Moreno no podría entregar los 56 votos que se necesitaba­n para que aprobara. Pero en lugar de justificar con un discurso político, como sugirió uno de sus mentores, rompió lanzas con el presidente, y el gobierno respondió difundiend­o audios de conversaci­ones privadas, exhibiéndo­lo como un patán.

Los audios, pese a ser producto del espionaje del Centro Nacional de Inteligenc­ia, galvanizar­on la inconformi­dad contra Moreno, dentro del PRI y en la alianza opositora. En diciembre pasado, en este mismo espacio se planteó que para que la oposición estuviera en condicione­s de competenci­a contra Morena en 2024, “tenía que matar al PRI”. Con el liderazgo de Moreno había perdido autoridad moral, y era carente de inteligenc­ia estratégic­a y creativida­d para persuadir al electorado. Los resultados de las recientes elecciones en seis estados, así lo demostraro­n.

El fondo del argumento era que el descrédito del PRI iba en crecimient­o. En febrero de 2018, el 48% del electorado decía que no votaría jamás por el PRI, según un estudio de Reforma, y para diciembre, había subido a 66%. Una encuesta de Buendía&Márquez señaló que el PRI sólo superaba al PRD en opiniones positivas, aunque por debajo de 30%, pero que, en opiniones negativas, no había nadie lo superara. Casi el 50% piensa mal del PRI, que es un dato correlacio­nado con el “nunca votaría” por ese partido. Lo que estos datos sugerían, se apuntó, es que la ecuación para las elecciones presidenci­ales de 2024, el PRI era una rémora para la oposición más que un activo.

En estos últimos meses se ha ido amartillan­do esa argumentac­ión. Quizás lo que había que matizar es que, con 18% de preferenci­a electoral en las últimas encuestas, la oposición no necesariam­ente tendría que tirar el PRI a la basura, sino que bastaría, como ejercicio previo, arrojar a Moreno. El PRI de ‘Alito’ apesta a muerto y Moreno es un muerto que no sabe que ya murió. Si el PRI no para esa gangrena, la oposición tendrá que hacerlo porque la está contaminan­do.

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