1.- Penales estatales: una bomba de tiempo
Tal vez hablar de violencia en las cárceles del estado no sea novedoso, pero que venga de un magistrado del Poder Judicial de Guanajuato en tono de alarma, el tema ya adopta otro cariz. Las afirmaciones y argumentaciones del magistrado Plácido Álvarez Cárdenas, que las calificó como “verdaderas escuelas del crimen”, fueron ilustrativas al descalificar el incremento de penas como una medida que sirva de contención frente a la escalada de asesinatos que persiste en Guanajuato. La verdad es que esta propuesta simplista y facilona –en este caso impulsada por el priista Adolfo Alfaro Reyes-, palidece frente a los verdaderos alcances de la violencia en los penales que acertadamente Álvarez Cárdenas dimensionó. Ni más ni menos, la presencia de grupos antagónicos está generando una bomba de tiempo. Una bomba que ya en diversos capítulos ha dado muestras de su impacto, con revueltas al interior de Centros de Reinserción Social como el de Valle de Santiago, o ejecuciones de custodios en León y Celaya. “… Hay verdaderas escuelas del crimen con el hecho de que tengamos en las prisiones más bien grupos antagónicos; ha generado una dificultad enorme en el sistema penitenciario que parece ser que no podemos y no sabemos controlar”. El magistrado no se guardó nada. ¿Por qué hay que tomar con toda seriedad las palabras del jurista? Pues se trata nada más de un representante del poder público encargado de procesar los casos, dictar prisiones preventivas cuando aplican y dictar las pocas sentencias posibles, dentro del marginal número de detenidos versus los diez asesinatos que se comenten cada día en promedio. “La pena de prisión no resuelve absolutamente nada y me parece que está generando un problema y es una bomba de tiempo que en este momento tenemos”, sostuvo ante los diputados de la Comisión de Justicia del Congreso del Estado. Estos y otros argumentos pesaron lo suficiente para derivar en un dictamen en sentido negativo, pero lo que desnudaron es la visión de un magistrado sobre una violencia que crece y se retroalimenta, incluso, paredes adentro de las penitenciarías del estado.