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Su festejo es poder trabajar

- ROBERTO LÓPEZ SAN MIGUEL DE ALLENDE

Hace 10 años que Javier Arriaga Gómez trabaja en la misma puerta, en la esquina de Canal con Hidalgo; el hombre vende atrapapolv­os, una especie de serpiente hecha de lana que se coloca en la entrada de las casas para que el polvo no pase; a pesar su miopía, ese trabajo le ha permitido sacar adelante a sus cuatro hijos con jornadas de hasta 12 horas, los siete días de la semana.

Todo eso no le pesa, al contrario, don Javier está de buen humor y confiesa que más bien no se haya si está mucho tiempo en su casa “a mí ya no se me hace pesado, llego a las 7:30 de la mañana y me voy a las 9:30 de la noche”.

Don Javier está casado con una mujer de 43 años con quien tuvo cuatro hijos, dos mujeres y dos hombres, la mayor tiene 25 años y el menor tiene 13. Su esposa tiene un padecimien­to de la vista llamado mirilla congénita y éste le fue heredado a sus hijos.

Ese padecimien­to a la larga crea cataratas en los ojos y su esposa estuvo a punto de perder la vista “soy miope de nacimiento y mis hijos tienen otra enfermerda­d, se llama mirilla congénita, es por parte de su mamá. Pero le hacemos la lucha, hemos ido al hospital de la ceguera en la Ciudad de México y a mis dos hijos más chicos los vamos a llevar a revisión, porque conforme van creciendo, esa enfermedad va generando cataratas. Mi esposa ya mero perdía la vista, pero la operaron y le fue muy bien”, dice sin empacho.

Sus dos hijas mayores ya terminaron una carrera y los dos menorees, uno acaba de terminar la prepa y el otro está en primaria. Todos se han beneficiad­o del trabajo de su papá y todos le ayudan en la venta; “mis hijos todos me ayudan, todos trabajamos poquito”.

Él se dedica a hacer sus productos desde hace 20 años. Simplement­e se le ocurrió hacerlos como un juguete con algodón y evolucionó hasta convertirs­e en una herramient­a de protección en los hogares, para que el polvo no se cuele por debajo de la puerta.

Hoy tiene clientes de todo el mundo. Los extranjero­s le compran sus productos por la utilidad y porque ya rayan en lo artesanal. Orgulloso dice que segurament­e hay una casa en Francia que tiene un atrapa polvo que él fabricó.

“Antes hacía muebles de madera y previo a eso hacía libros de papel reciclado y fui el primero en hacer lápices de tronco, pero luego se llena el mercado, como son fáciles de hacer... de ser carpintero, luego artesano, y ahora hago esto”, compartió.

Hoy domingo, día del padre, don Javier hará la misma rutina de todos días, llegará a las 7:30 de la mañana para instalar su puesto, colocará la pequeña silla que lo sostiene casi todo el día y procederá a ir llenando con arena sus protectore­s (que ya lleva cosidos) para luego pegarlos y ponerlos a la venta. Su festejo, dice contento, es poder trabajar y tener con qué mantener a su familia.

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ROBERTO LÓPEZ II Con sus creaciones, ha sacado adelante a sus cuatro hijos.

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