Su festejo es poder trabajar
Hace 10 años que Javier Arriaga Gómez trabaja en la misma puerta, en la esquina de Canal con Hidalgo; el hombre vende atrapapolvos, una especie de serpiente hecha de lana que se coloca en la entrada de las casas para que el polvo no pase; a pesar su miopía, ese trabajo le ha permitido sacar adelante a sus cuatro hijos con jornadas de hasta 12 horas, los siete días de la semana.
Todo eso no le pesa, al contrario, don Javier está de buen humor y confiesa que más bien no se haya si está mucho tiempo en su casa “a mí ya no se me hace pesado, llego a las 7:30 de la mañana y me voy a las 9:30 de la noche”.
Don Javier está casado con una mujer de 43 años con quien tuvo cuatro hijos, dos mujeres y dos hombres, la mayor tiene 25 años y el menor tiene 13. Su esposa tiene un padecimiento de la vista llamado mirilla congénita y éste le fue heredado a sus hijos.
Ese padecimiento a la larga crea cataratas en los ojos y su esposa estuvo a punto de perder la vista “soy miope de nacimiento y mis hijos tienen otra enfermerdad, se llama mirilla congénita, es por parte de su mamá. Pero le hacemos la lucha, hemos ido al hospital de la ceguera en la Ciudad de México y a mis dos hijos más chicos los vamos a llevar a revisión, porque conforme van creciendo, esa enfermedad va generando cataratas. Mi esposa ya mero perdía la vista, pero la operaron y le fue muy bien”, dice sin empacho.
Sus dos hijas mayores ya terminaron una carrera y los dos menorees, uno acaba de terminar la prepa y el otro está en primaria. Todos se han beneficiado del trabajo de su papá y todos le ayudan en la venta; “mis hijos todos me ayudan, todos trabajamos poquito”.
Él se dedica a hacer sus productos desde hace 20 años. Simplemente se le ocurrió hacerlos como un juguete con algodón y evolucionó hasta convertirse en una herramienta de protección en los hogares, para que el polvo no se cuele por debajo de la puerta.
Hoy tiene clientes de todo el mundo. Los extranjeros le compran sus productos por la utilidad y porque ya rayan en lo artesanal. Orgulloso dice que seguramente hay una casa en Francia que tiene un atrapa polvo que él fabricó.
“Antes hacía muebles de madera y previo a eso hacía libros de papel reciclado y fui el primero en hacer lápices de tronco, pero luego se llena el mercado, como son fáciles de hacer... de ser carpintero, luego artesano, y ahora hago esto”, compartió.
Hoy domingo, día del padre, don Javier hará la misma rutina de todos días, llegará a las 7:30 de la mañana para instalar su puesto, colocará la pequeña silla que lo sostiene casi todo el día y procederá a ir llenando con arena sus protectores (que ya lleva cosidos) para luego pegarlos y ponerlos a la venta. Su festejo, dice contento, es poder trabajar y tener con qué mantener a su familia.