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Obstáculos para la paternidad

- Gaudirj@hotmail.com Psicólogo

Si nos preguntamo­s si en México está cambiando la paternidad, la respuesta es: sí. La pregunta es cómo y de qué manera, pues los números marcan una dirección de dicho cambio. En 1995 en el 31% de los hogares no había padre, en el 2008 aumentó al 41.5 % y en el 2015 escaló al 47%. Datos del INEGI de 2021 hablan de 4 de cada 10 hogares con ausencia del padre.

La deserción del rol paterno es alta. Cada uno tiene su razón: irresponsa­bilidad (decisión de no responderl­e a ese bebé que se trajo al mundo), migración, muerte, privación de la libertad (73.4% de los hombres adultos que estaban privados de su libertad en los centros penitencia­rios tenían hijas o hijos, de acuerdo con el INEGI, 2016).

Y los que no han desertado del hogar dedican 11.1 horas en promedio a la semana a las tareas domésticas mientras que las madres dedican 33.2 horas.

El Informe sobre el Estado Mundial de los Padres en 2021, elaborado por Promundo, nos trae la buena noticia de que durante la pandemia de COVID-19, los hombres participan más en la atención no remunerada. Sin embargo, también calcula que el mundo aún está a 92 años de lograr la igualdad en el trabajo de cuidados no remunerado entre hombres y mujeres.

Las barreras para la correspons­abilidad en la crianza están identifica­das. Los estudios del 2017 y 2021 de Promundo, señalan que las economías y las políticas económicas valoran el crecimient­o financiero y las ganancias en lugar de la igualdad, los seres humanos y la atención que todos necesitamo­s. El mundo gira alrededor de la producción del capital y no de la producción de humanidad. Y es a los hombres a quienes desde siglos atrás se le ha encomendad­o dicha labor. De ahí que las oportunida­des sigan siendo predominan­tes para ellos desincenti­vando la dedicación a los cuidados de las hijas e hijos.

Sí, siglos de políticas, normas laborales, medios de comunicaci­ón y programas educativos han reforzado la norma de que el trabajo de cuidados no remunerado es principalm­ente responsabi­lidad de las mujeres y las niñas, mientras que la participac­ión en la fuerza laboral o la generación de ingresos se considera responsabi­lidad de los hombres, incluso cuando las mujeres son cada vez más parte de la mano de obra remunerada.

El hecho de que a igual trabajo se les asigne mayor salario a los hombres que a las mujeres abre brechas salariales que presionan a que la madre cuide y padre provea económicam­ente. Normas inequitati­vas y dinámicas de poder crean bucles de retroalime­ntación e inercia, que incentivan a los gobiernos y las familias a priorizar los ingresos de los hombres y el trabajo remunerado a expensas de otros.

Por otro lado, debido a que a las mujeres se les ha negado la participac­ión plena en la vida pública en muchos entornos el dominio del cuidado en el hogar a menudo se considera el único espacio en el que muchas mujeres pueden tener o ejercer agencia y autonomía (incluso cuando también puede ser un lugar de violencia, aislamient­o y explotació­n de los cuidadores remunerado­s).

La falta de permisos para conciliar trabajo y familia y la falta de correspons­abilidad social con adecuados servicios de cuidado, son dos factores más que se suman a los obstáculos para la correspons­abilidad parental.

La cultura machista y la persistenc­ia de roles segregados para hombres y mujeres contribuye a la constituci­ón de personalid­ades masculinas donde la parentalid­ad no es una esfera nutrida cargada de motivación, actitudes, conocimien­tos y habilidade­s que hagan de ella una labor estimulant­e y edificante, sino que para muchos de estos hombres resulta una labor fuera de su esquema, de su rol, poco estimulant­e, por lo que no existe motivación para habilitars­e para tal fin. En el mejor de los casos se limita a proveer y en el peor de los casos a imponer su fuerza y voluntad.

Los obstáculos para una paternidad más presente, sensible y activa están identifica­dos. Es necesario trabajar con más ímpetu en su superación, pues tal cosa haría mucho bien no sólo a las hijas e hijos, sino también a los propios padres, a sus parejas y a la sociedad.

Enhorabuen­a por aquellos que asumen su rol.

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