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Los precios se disparan en las gasolinera­s

- AP / COLONIA, ALE.

En una gasolinera cerca del aeropuerto de Colonia, Alemania, Bernd Mueller mira cómo las cifras suben con rapidez en el surtidor: 22 euros (23 dólares), 23 euros, 24 euros. Los dígitos que indican cuánta gasolina ha puesto también suben, pero mucho, mucho más despacio.

“Me desharé de mi auto en octubre”, dijo Mueller, de 80 años.

En todo el mundo, conductore­s reconsider­an sus hábitos y sus finanzas personales en medio de precios disparados de gasolina y diésel impulsados por la guerra de Rusia en Ucrania y el repunte global tras el parón por la pandemia del Covid-19. Los precios de la energía son un motor clave de la inflación, que aumenta en el planeta y hace más caro el coste de la vida.

Un conductor de mototaxi en Vietnam apaga su app para recibir avisos de clientes para no consumir el valioso combustibl­e en hora pico. Una familia francesa reduce sus planes de vacaciones en agosto. Un diseñador gráfico en California incluye el combustibl­e en el cálculo de gastos para salir una noche. Una madre en Roma elimina la noche de pizza del calendario al ver cuánto costará llevar al hijo a un campamento.

Las decisiones tan variadas como los consumidor­es y países: caminar más, desempolva­r esa bicicleta, tomar el metro, tren o autobús. Manejar despacio para ahorrar combustibl­e. Quizá, hasta dejar el auto.

Para los millones de personas que no tienen acceso a un transporte público adecuado o no pueden prescindir de su auto por otros motivos, la solución es resignarse y pagar mientras recortan gastos por otro lado.

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