Recordar es volver a grillar
A UNA DÉCADA DEL ESCÁNDALO MONEX: PAN Y PRI, DE MANITA SUDADA
Mire cómo cambian los tiempos. Hace una década, en Guanajuato, el PAN daba la batalla en contra de las prácticas irregulares de los priistas que cabalgaban sin rival a recuperar la presidencia de la República y hoy, su dirigente en turno, tiene que salir en defensa o al menos calla frente a las acusaciones e investigaciones que hay en contra del dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas.
Hace exactamente 10 años estallaba en Guanajuato lo que se convertiría posteriormente en el escándalo del proceso electoral 2012. El reparto de tarjetas Monex que tendría en Guanajuato su centro neurálgico,
Roberto Gil Zuarth, coordinador de campaña de Josefina Vázquez Mota y el vocero Juan Ignacio Zavala presentaban dos tarjetas de débito pertenecientes a ese banco, y copia de la identificación de dos personas originarias de Guanajuato, quienes se las habrían proporcionado y explicado cómo llegaron a su poder.
Los panistas acusaron que cada uno de los 300 delegados distritales del PRI recibieron 180 mil pesos por su trabajo en los tres meses de campaña. Igualmente, que a cada uno de los 19 mil 490 representantes generales se les depositaron 17 mil 500 pesos más un bono de 2 mil 500.
A esos depósitos se suman 600 pesos por cada uno de los tres representantes de casilla que tendría desplegados en cada una de las 143 mil instaladas. La suma de esas cantidades según el PAN, daba más de 700 millones a través de 450 mil tarjetas Monex.
La acusación del PAN era directa contra el PRI y le pedían al entonces IFE que congelara las cuentas del PRI con Monex a lo que el tricolor respondía que no tenía vínculo con esa institución.
Luego, el IFE informó que investigaba 9 mil 924 tarjetas con un monto fondeado de 70 millones 815 mil 534 pesos pertenecientes a la cuenta que una persona moral de carácter mercantil contrató con Banca Mónex.
El escándalo vendría años después pero no tendría ningún impacto en el resultado, sino en las finanzas del PRI que, tras la hazaña de Enrique Peña, se desplomaba en el ámbito electoral con la historia ya conocida en 2018.
Llegó Andrés Manuel López Obrador al poder quien, una vez transcurrida la mitad de su sexenio refrenda con algunos rasguños la hegemonía morenista mientras sus adversarios, no se pueden hacer fuertes, juntos en la boleta.
El PAN y el PRI han olvidado sus agravios mutuos históricos y recientes y se lanzan a la aventura de una alianza de futuro incierto. Al grito de ‘el fin justifica los medios’ sostienen un amasiato político que genera opiniones encontradas en Acción Nacional en donde hay algunos que abominan que su partido lleve al extremo una coalición al punto de poner en entredicho su consistencia.
López Obrador lo ha hecho posible. Aunque su movimiento dista mucho de ser un dechado de congruencia, su narrativa de la alianza del PRIAN hace clic con ese pacto que hoy parece más endeble que nunca y amenaza con convertirse en un capricho en el que ambos perderán.