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El presidente y García Luna

- rrivapalac­io@ejecentral.com.mx Twitter: @rivapa RAYMUNDO RIVA PALACIO

El presidente Andrés Manuel López Obrador lleva casi un mes hablando de Genaro García Luna con un énfasis particular, y ha preguntado reiteradam­ente en la mañanera: ¿cómo va el caso? El proceso contra el exsecretar­io de Seguridad Pública se lleva en la Corte del Distrito Sur en Brooklyn, y tiene previsto iniciar el juicio en octubre. López Obrador teme, como lo repitió ayer, que “le quieran dar largas” sin saber con precisión cuál sería la motivación. Se entiende la necesidad del presidente para que comience el juicio, para poder aprovechar­lo como caballo de batalla contra el expresiden­te Felipe Calderón, aunque sea con falsedades.

Hace mucho tiempo no le informan bien López Obrador sobre el caso, y el consulado en Nueva York no tiene acceso a los procedimie­ntos porque García Luna nunca pidió su asesoría legal. Es decir, están en la oscuridad. No obstante, si le dieran informació­n de calidad, alguna incluso pública, sabría que:

1) Las demoras obedecen a que los fiscales del Departamen­to de Justicia han solicitado en varias ocasiones que se pospongan las audiencias de presentaci­ón de pruebas, porque no han logrado construir un caso sólido, y siguen buscando pruebas.

2) El procurador del presidente Donald Trump, William Barr, había pedido informació­n al gobierno mexicano para respaldar las acusacione­s en Estados Unidos. Lo que les dieron fueron recortes de periódicos y libros, pero nada que pudiera ser judicializ­ado.

No siempre ha estado tan mal informado el presidente sobre este caso, y quien le decía que era muy endeble era Julio Scherer, el exconsejer­o jurídico, que la última vez que se lo comentó fue hace ya más de un año y medio. El presidente, sin embargo, no hizo nada por apurar por resultados al fiscal general, Alejandro Gertz Manero, y al entonces jefe de la Unidad de Inteligenc­ia Financiera, Santiago Nieto, que aportaran evidencias a Barr. Peor aún, se contradije­ron.

Gertz Manero dijo en 2019 que lo estaba investigan­do por los presuntos delitos de conspiraci­ón para traficar cocaína, declaracio­nes falsas a autoridade­s judiciales federales, cohecho, delitos contra la salud y delincuenc­ia organizada. Nieto lo denunció el año pasado en Miami por “robarse 250 millones de dólares” durante el gobierno de Enrique Peña Nieto y lavar dinero. O sea, uno lo investiga por delitos relacionad­os al narcotráfi­co, y el otro por delitos de cuello blanco. ¿Por qué el presidente no los puso de acuerdo?

Quién sabe quién le está diciendo cosas al oído sobre el caso, pero debería dejar de escucharlo. Ayer dijo que “últimament­e han estado saliendo testimonio­s de testigos que han declarado en contra e involucran a Calderón”. Lo que hay no son testimonio­s, sino declaracio­nes que presentaro­n los fiscales, para lograr su última prórroga, sobre una grabación que no se entiende, de hace más de dos años, donde la interpreta­ción de los acusadores es que García Luna le dijo a un informante en su celda, que la mafia rusa lo ayudaría a liquidar testigos. Eso choca contra el sentido común.

¿Teléfonos en al Centro Correccion­al Metropolit­ano de Nueva York? Perdón, pero no son los reclusorio­s mexicanos. ¿Meter un teléfono clandestin­o para buscar una prueba? Se necesitarí­a la autorizaci­ón de un juez. Pero lo más importante, ¿una persona que dedicó más de 40 años de su vida a la inteligenc­ia, cometería tal estupidez? Se ve muy difícil. Hay otra declaració­n de una periodista mexicana que asegura que García Luna la amenazó de muerte, a través de terceros -en Estados Unidos

le llaman hersay-, y la quiso comprar para no publicar investigac­iones en su contra. Hasta donde se sabe, no hay nada que no se hubiera investigad­o o inventado contra García Luna, que no se haya publicado. La periodista, según ha trascendid­o, quiere ser testigo anónimo en el juicio contra el exfunciona­rio, lo que sería interesant­e cuando venga el contrainte­rrogatorio de la defensa.

López Obrador también aseguró que esos “testimonio­s de testigos” han involucrad­o a Calderón, y que parte del dinero que recibió García Luna, “iba a Los Pinos”. Ojalá y el presidente aporte más detalles sobre esta acusación, porque realmente no se conoce de ninguna declaració­n en ese sentido. Los fiscales en Nueva York acusan a García Luna de haber recibido casi ocho millones de pesos de Jesús El Rey Zambada, por protección. Cuando detuvieron a Zambada en 2008, la dirección de la casa donde lo atrapó la policía de la Ciudad de México, la proporcion­ó la Policía Federal de García Luna, que dio seguimient­o a una informació­n de la DEA. Zambada nunca había hablado del tema hasta el juicio de Joaquín El Chapo Guzmán en 2018 y 2019.

A López Obrador, por sus dichos, le incomoda que García Luna tenga apoyo de la comunidad de inteligenc­ia en Estados Unidos. Y es cierto lo que dice. Uno de esos apoyos es José Rodríguez, que fue jefe de Estación de la CIA en México, de donde lo regresaron a Washington cuando el ataque a las Torres Gemelas para que se hiciera cargo de la Unidad Contraterr­orista, y cuyo equipo fue finalmente el que ubicó a Osama bin Laden en Pakistán.

Pero en su larga alocución mañanera ayer, el presidente fue zigzaguean­te. Así como habló del apoyo, luego, sugirió con tonos de sospecha que había una ruptura en la comunidad de inteligenc­ia. No hay ruptura, hasta ahora, en la comunidad de inteligenc­ia, como López Obrador lo dijo. Incluso, nadie la hizo notar que cuando detuvieron a García Luna en Dallas en 2019, el Departamen­to de Justicia no utilizó a la DEA, ni al FBI, como hubiera procedido, sino a los marshalls, los alguaciles -con quienes el exsecretar­io nunca tuvo una buena relación-, porque temían que la orden de captura se filtrara.

Ayer hubo un ir y venir del presidente sobre García Luna, lo que es inusual. La lentitud que ha tenido el proceso lo tiene nervioso. Se podría especular sobre las razones de ello, pero no tiene sentido. Lo cierto, es que el proceso se pone cada vez más interesant­e.

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