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LLORAN A SUS NIÑOS

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“Mamá, ya estamos saliendo”. Fue el último mensaje de voz que Wilmer Tulul, un niño guatemalte­co de 13 años, mandó a su madre en Quiché -su idioma natal- hasta su aldea en las montañas del occidente de Guatemala antes de subir a un tractocami­ón en el sur de Texas. Horas después, serían encontrado­s muertos en el interior del tráiler. El niño salió el 14 de junio de la comunidad de Tzucubal junto con su primo Pascual Melvin Guachiac, también de 13 años, para intentar llegar a Houston con familiares y tratar de iniciar una nueva vida y poder ayudar a sus padres. Pero su viaje se truncó en San Antonio: ambos falleciero­n con otros migrantes, arremolina­dos en la caja del tráiler y bajo un calor sofocante. En Tzucubal, una comunidad indígena humilde en una zona montañosa, las familias de Wilmer y Melvin viven un inmenso dolor. Los primos eran amigos desde muy pequeños. Todo lo hacían juntos: jugar, salir a divertirse, y luego planear emigrar a Estados Unidos, a pesar de que no hablaban muy bien el español, dijo Maria Sipac Coj, Madre de Melvin. “Melvin quería construirm­e una casa”, recordó. Los niños crecieron en una comunidad de poco más de 1,500 personas donde el mejor futuro era dedicarse a la agricultur­a. El padre de Wilmer, Manuel de Jesús Tulul, un hombre de 40 años no podía dejar de llorar. El pequeño había dejado la escuela al final de la primaria y trabajaba limpiando la milpa con su padre. Tulul dijo que consiguier­on un coyote que cobraba alrededor de 6 mil dólares, de los que ya habían pagado casi la mitad. Ahora, sólo piensa en que alguien les ayude a repatriar a su hijo.

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