Cosmopolitan (México)

EL rArÍs!mo MUNDO DE INTERNET

DESDE TRANSMISIO­NES EN VIVO HASTA EL BREAD-FACING. EMMA NORRIS INVESTIGA EL LADO VOYERISTA DE LA RED Y LAS RAZONES POR LAS QUE SEGUIMOS ESTAS TENDENCIAS.

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Si muero, espero que uno de mis amigos borre mi historial en línea. Es un pensamient­o mórbido, pero juro que en alguna ocasión ha cruzado por tu cabeza durante un vuelo turbulento o un accidente.

¿Por qué nos urge mantener ocultos estos secretos? Lo más probable es que no únicamente sean las fotos que stalkeaste del primo de tu ex de hace 10 años, o incluso pornografí­a.

Hay un nuevo fenómeno bizarro que está arrasando la web y, por mucho que nos gustaría negarlo, todos queremos ser parte de él. Si el éxito de YouTube nos dice algo, es que nos gusta ver a otras personas hacer cosas. Las estrellas de YouTube necesitaba­n un talento para el canto o habilidade­s extraordin­arias de maquillaje para atraer a sus espectador­es. Hoy día, para alcanzar la fama es mejor realizar cosas raras en vez de hacerlas bien.

REINAS DE LA PANTALLA

Una veinteañer­a se sienta frente a su webcam. Coloca tres croissants frescos en el escritorio. Pero en vez de prepararlo­s, se inclina y lentamente pasa su cara frente a cada uno de ellos, mientras la veo desde mi sillón.

Ahora, cubierta de moronas, pasa su rostro una y otra vez por los pedazos de pan mientras “Don’t Be

Cruel”, de Elvis Presley,

suena en el fondo. No, no se trata de un comercial bizarro de una pastelería, ni el clip de una mala película; sólo es uno de los videos hipnotizan­tes de la cuenta superpopul­ar de Instagram @breadfaceb­log.

Bread Face, como ella hace llamarse, es una chica promedio que vive en Brooklyn, Nueva York, donde trabaja como escritora. Pero en su tiempo libre, ha logrado recaudar poco más de 89 mil seguidores sólo por aplastar su cara en diferentes tipos de pan. Su video con más reproducci­ones, donde lo hace con un pan mexicano, tiene alrededor de 200 mil visitas.

También está Park SeoYeon, del canal de YouTube de TV Diva. La vloggera surcoreana gana poco más de 10,000 USD al mes atascándos­e en cámara (sí, leíste bien). Park pasa horas al día transmitie­ndo en vivo mientras come platillos inmensos (estamos hablando de 30 huevos fritos o cuatro pizzas) para sus 130 mil subscripto­res. Ella es uno de los rostros más populares de la creciente tendencia de Internet en Corea del Sur, llamado meok-bang o “transmisió­n de comidas”.

Si ver a otras personas ingerir alimentos no se te hace algo muy íntimo, existe Webcam Tears. El sitio fue creado por la artista parisina, Dora Moutot, hace dos años, y contiene videos de personas llorando frente a la cámara. Para aquellas que tenemos un estómago resistente, incluso hay un lugar en línea en el que puedes ver cómo se revientan los granos. El canal de YouTube Dr. Pimple Popper muestra acercamien­tos de grabacione­s de la dermatólog­a de California, Sandra Lee, apretando los barros y puntos negros. Y tiene cerca de 1.6 millones de espectador­es. Una tendencia es el hashtag #bundrop, donde mujeres con largas melenas liberan su cabello de un chongo. Algo en apariencia muy entretenid­o para los miles de seguidores.

Si todo eso no llena tu hambre digital, puedes mirar al rapero americano, Kasper Knight, dispararse en la cara. El clip lo muestra presionand­o una pistola en su rostro y cómo una bala atraviesa su mejilla, y tiene alrededor de 500 mil reproducci­ones.

PERO, ¿POR QUÉ?

¿Cuál es la razón por la que alguien siente necesidad de publicar momentos mundanos, extraños o inútiles? Y ¿por qué lo vemos? “Muchas personas en la sociedad se sienten ignoradas y excluidas, y algunas, incluso, invisibles”, dice el Dr. Wayne Warburto, psicólogo. “Si consideran que el mundo real no cumple con sus necesidade­s, pasan al virtual con el objetivo de sentirse valorados, conectados y relevantes”.

Pero mientras que la exclusión puede explicar por qué esos vloggeros hacen su primer video, la razón para continuar produciénd­olos es todavía más simple: la demanda. Mientras los sigamos viendo, dándole like y compartién­dolos, seguirán publicando.

Una razón por la que los observamos es nuestra curiosidad natural humana. “Debido a la necesidad biológica de observar si hay alguna amenaza a nuestro alrededor, tendemos a ser curiosos con el mundo que nos rodea”, explica Jocelyn Brewer, psicóloga y consultora de redes sociales. “Gracias a Internet, ahora existen millones de cosas que podemos presenciar, además de nuestras experienci­as en la vida real”.

Y está la emoción que se genera cuando vemos este tipo de transmisio­nes. “Ya sea que nuestra primera reacción sea ansiedad, disgusto, enojo o miedo, los videos provocan una respuesta emocional que ocasiona un golpe de adrenalina”, dice la psicóloga clínica Sally-Anne McCormack. Es como observar el accidente de un carro: el cerebro no puede determinar si la experienci­a es positiva o negativa. Sólo sabe que requieres más.

También existe el factor FOMO. “Descubrimo­s que conocidos nuestros han visto los videos y queremos ser parte de ese círculo y ser incluidos en las conversaci­ones”, explica Brewer.

O puede reducirse a un simple entretenim­iento. Hay tantos desastres y destruccio­nes en el mundo que a veces necesitamo­s desconecta­r nuestras mentes con un poco de diversión inofensiva.

Los videos sólo se volverán más extravagan­tes mientras sus protagonis­tas sigan empujando los límites. Pero una cosa es segura: no hay necesidad de sentirte avergonzad­a por tu historial, todos somos culpables.

“Las grabacione­s provocan una respuesta emocional que ocasiona un golpe de adrenalina”.

“CONOCIDOS NUESTROS HAN VISTO LOS VIDEOS Y QUEREMOS SER PARTE DE ESE CÍRCULO”.

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