Cosmopolitan (México)

ENTRENADOR­A DE CELEBRIDAD­ES

Cosmo logró que una profesiona­l fitness de Hollywood hablara (¡en secreto!) acerca de las locuras que ocurren mientras esculpe los cuerpos que vemos en las alfombras rojas.

- Por Cassie Shortsleev­e

Cuando entrenas a estrellas como profesión, todos quieren saber lo mismo: “¿Cómo son en realidad?”. La verdad es que la mayoría se comportan como tú y yo, y enfrentan los mismos retos para tener cuerpazo. Dicho eso, he tenido mis experienci­as con algunos cuantos después de muchos años haciendo esto. Ya les contaré.

Primero, déjenme decirles que nunca me propuse ser entrenador­a de famosos. Hace años comencé a hacer ejercicio y me puse en forma; después mis amigos me pidieron que los entrenara. Era mi segundo trabajo, pero desde que vivo en L.A. mi fama se esparció y los famosos empezaron a contactarm­e. Desde entonces se convirtió en mi trabajo de tiempo completo. He entrenado a superestre­llas en clubes privados y en sets de películas alrededor del mundo, y muchos de ellos tienen gimnasios completos en sus casas (inmensas y preciosas), que es adonde regularmen­te acudo. Mi regla es siempre la misma: nadie recibe tratamient­o especial en lo que concierne al fitness. “No me importa si ayer ganaste un Oscar. Voy a seguir presionánd­ote y llevándote al límite”.

HE ESCUCHADO COSAS MUY INTENSAS, PERO NUNCA LE CUENTO NADA A NADIE.

Este tipo de trabajo arduo tiene una manera de crear una intimidad entre mis clientes y yo (y en caso de que te lo preguntes, la respuesta es ¡no! ¡Nunca me he ligado a ninguno de ellos!). Sin embargo, el estrecho lazo que compartimo­s conlleva a que estos famosos me confiesen sus más oscuros secretos y los detalles de sus relaciones. He escuchado cosas muy intensas con los años, pero nunca le cuento nada a nadie. Por lo general, lo leo en los encabezado­s meses después y pienso: ¡ah!, ya lo sabía.

Todos vemos los cuerpos impactande tes las celebridad­es en la red carpet y pensamos que se la viven en el gym. Pero muchas de ellas sólo se ponen en forma para la portada de una revista o un papel en particular, y cuando termina, se toman un break. Todo nuesesfuer­zo tro se va por el drenaje. Claro, esto ocasiona llamadas y mensajes de pánico en el momento que consiguen su siguiente rol.

Cuando esperan hasta el último minuto para lucir cuerpazo, es un verdadero reto. Tengo que diseñar ejercicios duros y regímenes hechos a la medida. Lo que sea que el papel

requiera, ya sea que una actriz tenga que ganar 10 kilos de músculo o que un actor deba perder 25 kilos para verse ultradelga­do, lo hago.

Como les dije, algunas estrellas están muy locas. Entrené a un cliente que se negó a repetir cualquier ejercicio. Por ejemplo, si realizábam­os sentadilla­s el lunes, estaban prohibidas y no podían volverse hacer. Así que me volví muy creativa para inventar ejercicios que no había usado antes.

También tuve a uno que agendó una clase para todas las mañanas a las 7:00. Y diariament­e, a las 6:50 am, me llamaba la asistente para pasar la clase a las 7 de la noche. ¿Y adivinen qué? También cancelaba ésas. ¡Esto duró cinco años! Lo bueno de esto era que seguía cobrándola­s.

Hubo otro que cuestionab­a cada uno de mis movimiento­s. Quería saber por qué hacíamos cierto tipo de calentamie­nto, por qué practicába­mos estiramien­tos, por qué cardio… Incluso después de mi explicació­n seguía haciendo preguntas. La verdad es que pienso que odiaba tanto entrenar que me pagaba más por contestar sus preguntas que por el ejercicio en sí.

Una de mis historias más raras fue con una celebridad que quería ponerse fitness, pero se negaba a sacar una gota de sudor… Extraño como suene, tuve que inventarme una rutina que no causara traspiraci­ón. Y nos deteníamos si había una pista de líquido. Tiene sentido cuando tengo a un cliente en el set que quiere ejercitars­e para verse fornido en una escena que está a punto de ser grabada, pero de otra manera, es muy raro.

Una última cosa que he notado es lo gracioso que es ver interactua­r a dos famosos. Hubo una vez cuando estaba entrenando a una celebrity en un gimnasio, y un actor conocido nos vio entrar en el cuarto de estiramien­tos. Un segundo después, ingresó con nosotras. Creo que le gustaba mi clienta, porque aunque actuaba desinteres­ado, comenzó a hacer llamadas falsas en su celular (podía ver en su pantalla que no estaba hablando con nadie). Empezó a presumir sus últimos proyectos y todas las portadas que había hecho. Como continuába­mos sin ponerle mucha atención, se puso a hacer ejercicios de abdomen ridículos sobre una pelota, y todo eso pretendien­do que hablaba por teléfono. Esto siguió hasta que se cayó y se puso rojísimo. Nunca logró esa cita con mi clienta, pero, obviamente, me aseguré de que tuviera un cuerpo envidiable.

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