DE LA DIRECTORA
Lo sencillo y lógico de besar a otras personas es que, por lo general, lo llevamos a cabo de manera natural, porque nace así, de repente. Sin embargo, más temprano que tarde descubrimos que este acto es un talento que forma parte del amor. Aunque lo sabía de modo inconsciente hubo un hecho que me abrió los ojos. Cuando a una compañera de clase un amigo se acercó a saludarla en el pómulo, ella lo apartó con un ¡no! Él se desconcertó, no sabía qué había hecho mal. Ella se disculpó diciendo: “Es que no beso a nadie, ni en la mejilla, pues quiero que al momento de que alguien me toque con sus labios sea por algo especial y no por rutina”. Confieso que en ese entonces me pareció extraña, pero tenía razón. ¿Qué de malo había en que deseara guardarse para ese instante idílico que todos soñamos merecer? Ése que se consigue al final del camino de una gran hazaña, no por rutina, ni por fingir, o por compromiso. Nada peor que los besos simples, burócratas, de trámite, ordinarios... En esta edición las invito a darles la importancia que merecen, ya que los besos inician relaciones, las rompen, crean expectativas, desilusiones... se meten como una estaca en el corazón que nos tiran de un golpe, ya sea para bien o para mal. Juntar los labios con otra persona puede ser un instante eternizado o un desastre, sí, hacerlo tiene el poder de quedar en la memoria. Son el termómetro que indican qué tan sana es una pareja.
En Cosmo, el arte de besar nos lo tomamos muy en serio, así como mi compañera de la escuela, por eso en la página 131 te damos las técnicas para que te conviertas en una experta y dejes huella en ese ser que te hace sonreír con sólo pensar en él.
Después de leer esta revista, les doy sólo un consejo: besen, pero con todos los estilos, en todos los segundos, los minutos y todas las horas del día.