Cosmopolitan (México)

Su mamá le dijo que no lo hiciera…

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Volvamos al pasado, cuando Lucy Hale tenía tan solo 15 años. En ese momento estaba muy top la Britneyman­ía, los abs pintados con spray, y ropa interior que se asomaba por esos jeans a la cadera. ¿Quién de nosotras no quiso tener una perforació­n en alguna parte del cuerpo? “Tenía uno largo que colgaba de mi ombligo”, señala Lucy en lo que se convirtió en un lenguaje universal en el 2004. La pieza se asomaba por debajo de las tank tops que amaba usar en esos años. “Me costó mucho trabajo convencer a mi mamá”, recuerda. “Pasó un mes y no podía mirarla a la cara para decirle que cometí un error, odiaba ese piercing”.

Después de esta experienci­a podemos imaginar que no le quedaron ganas de hacerlo de nuevo. Pero ahora estamos en el vecindario de SoHo, Nueva York, esperando a que Lucy se perfore por décima u onceava vez. Acaba de cumplir 30 y es la manera de celebrar: “Sí, me siento algo loca”. Ella espera impaciente sobre una mesa, tiene Converse blancos y mueve los pies como si fuera una niña. En ese momento entra uno de los artistas del salón para marcar con plumón la zona que se perforará. En cuestión de segundos, aparecen diamantes que brillan desde un lado de la cabeza de Lucy. Ella no demuestra dolor ¡Ni siquiera un poco! Le encanta. Esto es lo que quería saber de ella, lo que hace fuera de un set, los sentimient­os que refleja. Y no me decepciona: Lucy está llena de magia.

La actriz es una de las buenas personas que hay en Hollywood, es más que eso, es una fiel compañera y amiga.

Inicié mi día como cualquier otro, me preparaba para entrevista­r a una celebridad y de alguna manera terminó en un salón de tatuajes. Lucy dice que soy la chica que aprieta los dientes mientras ve cómo las gotas de sangre caen al suelo en tanto le hacen una perforació­n. ¡Y tiene mucha razón!

POR EL BIEN DE NUESTRAS MAMÁS

Es bueno decirles a ellas que estamos en un lugar de perforacio­nes y no en un salón de tatuajes, porque quién sabe las decisiones que se han tomado ahí. Lucy se encuentra en sesiones para el largo y doloroso proceso de quitarse seis tatuajes, incluyendo un elefante: “Ese me lo hice fuera del país y resultó un mal trabajo”, me aclara mientras tiene aún un foco justo encima de ese y otro más en las costillas que dice: “Dejé de ser religiosa desde hace mucho tiempo”; la letra se ve rara y gruesa, y no hace match con los demás tatuajes... sin duda tampoco fue un buen trabajo. La tinta que vive en ella hasta ahora destaca la letra de su abuela en el brazo, un ojo y un quote: “Ámala, pero déjala ser salvaje”. ¿Necesitas ver la portada una vez más para saber si se trata de la misma mujer? Lo entendemos, ella también lo ve así. Reconoce que ha tenido una carrera libre de escándalos. Busqué en Google en más de 50 páginas y, en efecto, no hay antecedent­es negativos de la estrella, opuesto a jóvenes actrices (como Selena Gomez en Spring Breakers, Miley Cyrus a los 15 años posando sin bra durante un shooting, o Lindsay Lohan gritándole a sus papás). En otras palabras, ella refleja una imagen tierna, excepto que Lucy Hale está dejando a un lado ese concepto de mujer.

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