Gran lección 2020
Cerremos ciclos y carguémonos de entusiasmo día con día (consejo para una chica Cosmo).
al término de cada año, casi como un ritual, escribo un resumen de lo bueno y menos bueno, haciendo un recorrido de lo vivido durante los últimos meses. Me funciona para dos cosas: agradecer las experiencias y hacer conciencia de lo aprendido con el afán de recibir los tiempos venideros, ilusionada porque vendrán días positivos.
Hoy caigo en cuenta de que mi ritual resulta un tanto arrogante: ¡como si pudiera controlar el mañana y los años siguientes! A raíz de la pandemia, hemos pasado casi todo el año en confinamiento, viviendo con incertidumbre, pues nos tomó por sorpresa y nadie supo qué hacer. Ahora, he aprendido a vivir cada día como si fuera el último; una frase bastante común que tirábamos al aire y, hoy, la aplico siempre.
Igual, ya valoramos nuestros vínculos. Entre la necesaria protección hacia nosotros mismos y los cercanos, fuimos obligados a voltear a mirarnos, aunque fuese a la distancia; irónicamente, fue así que conectamos más cerca que nunca (literal) con nuestras personas. Incluso, dimos vida a un fenómeno de selectividad para cada compra que hacemos, porque creamos conciencia de utilizar solo lo indispensable para cuidar nuestro presupuesto, ante la incertidumbre económica y la nueva normalidad (aunque... ¡ojo!, no el regreso a lo cotidiano, porque esto ya no volverá a ser lo mismo).
Aun con todo lo sucedido, yo no lo tomo como un drama, sino como la mejor lección de mi vida –hasta ahora–. Ha sido como una pausa en el tiempo que me permitió aprender a observar, no a ver; a escuchar, no a oír. Entonces ya no esperaré el último día del año para leer mi bitácora y hacer mi ritual; tampoco para encontrar la oportunidad de agradecer un año más de vida… sino un día.
Llegan a mi mente las personas que no tienen los recursos para lidiar con una enfermedad y pido por ellas –aunque no las conozca– con la esperanza de que les llegue mi sentir. Ahora mismo extraño más que nunca a mis papás, hermanas, sobrinos y amigos. Vivo el amor con mi pareja, como si fuéramos guerreros que luchan por el bienestar de nuestros hijos y de nosotros juntos; hemos logrado una comunicación más clara y cercana en nuestra relación con ellos.
He aprendido la lección. Solo me queda recordar este año como un gran reto superado, seguir viviendo y valorando el día a día. Cito la bellísima frase de Amado Nervo: “Vida, estamos en paz”.
Vive cada día como si fuera el último.