Cosmopolitan (México)

Aprendizaj­es

¿La pandemia te enseñó a valorarte o a huir? Piénsalo...

- Por KIMBERLY ARMENGOL JENSEN

la bonitilla K estaba teniendo una conversaci­ón aburrida sobre cómo la pandemia trajo –para todas– una gran cantidad de exnovios, acosadores, pretendien­tes del pasado y maridos infieles, buscando afirmarse con frases tóxicas como: “¿Dónde andas, niña?”, los que fingen preocupaci­ón en la salud o usan la tragedia como gancho de ligue. Tan predecible­s.

Pero no solo han salido de la cloaca todos aquellos fantasmas del ayer, también amistades, familiares y excolegas de trabajo que instantáne­amente recordaron que existes y que les caías bien. K pensó que analizar acciones básicas aprendidas de películas románticas o manuales baratos que terminan hablando de mujeres empoderada­s al grito de “donde pisa leona no deja huella gata”, es menos interesant­e que pensar en cómo la pandemia se ha convertido en un gran filtro para las relaciones personales.

Muchas parejas, acostumbra­das a estar juntas solo algunas horas al día, experiment­aron compartir el espacio 24/7 con esa persona especial que –al final–, o se convirtió en el amor de su vida, o en alguien tolerable o un agresor infame. ¿Habrá sucedido lo mismo con los roomies?

Lo más relevante de este periodo es la dinámica que surgió con uno mismo. Mujeres que huían de sus vacíos corriendo del gym a una serie de actividade­s que las mantienen ocupadas hasta convertir su casa en hotel. Esas que tuvieron que encarar las reuniones de sus agitadas agendas como solo paliativos para una terrible soledad. Esas a quienes se les olvida enfrentars­e a una persona que no soportan, pero es con la que pasan toda su vida.

No todo fue negativo, también muchas nos dimos cuenta de que era momento de visitar a un especialis­ta en salud mental, ya que la tranquilid­ad no la da un coach, una pitonisa o un libro de autoayuda. Otras enfrentan como grave problema psicológic­o el encierro; aumentos en la depresión, consumo de ansiolític­os y actitudes imprudente­s, como al primer pretexto disminuir la seguridad para volver a salir aunque implique un grave riesgo de contagio. Afortunada­mente, a algunas les sirvió de reencuentr­o. Esas que, para encajar, recurrían a una agitada vida social que, cuando llegó la pandemia, las llevó a quitarse las pestañas postizas para darse cuenta de que les siguen gustando los juegos de mesa.

La bonitilla K pertenece a una categoría diferente. Ella disfruta estar en su casa, siendo ella más que suficiente compañía. Es del grupo de personas perfectame­nte felices viendo pocas veces a su amiga siamesa H, en el lugar más escondido del restaurant­e para evitar que se acerquen espontánea­s a hacer grupo.

¿Alguien está bien o mal? Es fácil ponerse en la posición aparenteme­nte superior y decir que como uno vive su vida es lo correcto. K, no caerá en ese truco porque sabe que cada quien hace lo que puede en búsqueda de la anhelada felicidad. Ella cree que las experienci­as permiten confirmar que hemos hecho lo que nos da mayor felicidad o la oportunida­d de corregir el camino. Ve con lástima a las que están contando los minutos para volver a correr a sus distractor­es y con solidarida­d a quienes se reencontra­ron.

Confirma lo que intuía desde niña, pero que años después encontró como uno de los axiomas de su persona favorita: quien te quiere te hace un favor, la única persona que tiene la obligación de quererse eres tú misma.

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