El diagnóstico correcto
Un mal diagnóstico sobre los problemas de México conduce a que se tomen decisiones equivocadas que agraven las circunstancias difíciles que atraviesa el país. Por eso, una mala práctica médica consiste en concentrar los esfuerzos en aliviar los síntomas en lugar de intentar dar con la enfermedad que los provoca
Un mal diagnóstico sobre los problemas de México conduce a que se tomen decisiones equivocadas que agraven las circunstancias difíciles que atraviesa el país. Por eso, una mala práctica médica consiste en concentrar los esfuerzos en aliviar los síntomas en lugar de intentar dar con la enfermedad que los provoca, ocasionando, entonces, un alivio pasajero que luego se torna en un empeoramiento de las condiciones del paciente. La alegoría nos ayuda a entender cuáles son las dos posibilidades de cambio de rumbo para México y qué resultados podemos esperar de dichas alternativas, toda vez que, para la elección por venir hay una única cuestión totalmente definida: el PRI quedará en un muy lejano tercer lugar.
Los “síntomas” que provoca la “enfermedad” de México son de todos conocidos: corrupción, desigualdades de todo tipo, escaso crecimiento económico, violencia, falta de oportunidades para los jóvenes, mala calidad de los servicios públicos, etcétera. La “aspirina” que cura esos síntomas consiste en incrementar el gasto público a través de los distintos mecanismos que lo permiten, lo que, en efecto, traería una sensación de mejoría en el corto plazo.
Hay dos problemas con esa aparente solución. Primero, que como pasa con todos los analgésicos lo único que hacen es “disfrazar” la enfermedad, pero no la combaten; por el contrario, ésta se sigue desarrollando y potenciando su capacidad para hacer daño. Un incremento sin soporte en el gasto público en un país en donde el Sistema Nacional Anticorrupción apenas está creándose y en donde los mecanismos de control, hay que reconocerlo, son insuficientes, sólo puede vaticinar un desastre.
Sin embargo, suponiendo de manera incauta e ingenua que no habrá corrupción porque “el presidente no es corrupto”, el segundo problema -éste sí insalvablees que se aplicarían recursos que no han sido generados, es decir, que no están respaldados por un aumento real en la producción de bienes y servicios de los mexicanos. Si se desean conocer las consecuencias de eso sólo hay que estudiar un poco la historia del país y ver en qué acabaron los experimentos de Luis Echeverría y José López Portillo en los 70.
Precisamente, un mal diagnóstico que se ha seguido de manera dogmática, consiste en suponer que los problemas de México surgieron con el error de diciembre de 1994 y con las duras medidas que se tuvieron que implementar para encararlo, cuando aún ese “error” fue producto de la crisis desatada con la llamada “Docena trágica” (19701982). Por tal motivo, la propuesta de Ricardo Anaya y el Frente por México consiste en atender los problemas de fondo. Eso no significa suprimir las “aspirinas”, estamos conscientes de que las necesidades urgentes que tiene la mayoría de los mexicanos, de ahí, por ejemplo, la propuesta del Ingreso Básico Universal. Pero no los engañamos diciéndoles que con eso los problemas del país están resueltos.
Lo que México necesita es detonar su crecimiento económico a partir de un aumento real en la productividad. Para hacerlo, es necesario identificar y derribar las barreras que han impedido que se despliegue la totalidad del potencial que tiene nuestra nación. Las propuestas de Ricardo Anaya y el Frente por México caminan en ese sentido. Se trata, por ejemplo, de en lugar de “mandar al diablo a las instituciones” fortalecerlas para que se conviertan en facilitadoras de las actividades productivas. Son las medidas adecuadas de un diagnóstico que es el correcto.