Los derechos de la mujer saudí se transforman en arte
Los derechos de las mujeres saudíes son la materia prima de la artista Manal al Dowayan. Aunque nunca se planteó hacer arte político, su empeño por visibilizar a las mujeres en una sociedad que lucha por ocultarlas la ha convertido en una auténtica activi
Una lucha que parte de algo tan simple como atreverse a ponerles nombre. Con “Esmi-My Name” (mi nombre), la artista saudí (1973) lanzó una acción a gran escala en 2012 para que mujeres de todo el país escribieran sus nombres en bolas de madera que luego convirtió en una instalación de tasbih o rosarios musulmanes gigantes.
“La invisibilidad de la mujer en Arabia Saudí a veces es tal que los hombres se avergüenzan de decir sus nombres en público”, cuenta en un encuentro con dpa en la Casa Árabe de Madrid. La costumbre de nombrar a las madres con el nombre del varón primogénito, precedido de “Um” (madre) facilita que un nombre de mujer apenas se pronuncie.
“No nombrar a las mujeres es también una forma de mostrar la vergüenza que se siente por el cuerpo femenino o su voz, de ahí la necesidad de cubrir su rostro, de crear seres invisibles”, denuncia a su paso por la capital española, donde participó en un encuentro sobre el empoderamiento de la mujer árabe.
Un año antes, ya había convocado a las saudíes a enviarle todo tipo de permisos que las mujeres tienen que solicitar en el país para viajar, trabajar o hacer casi cualquier cosa. 200 mujeres respondieron y con ellos hizo figuras de palomas que suspendió en el aire en una instalación (“Suspended Together”) que llegó a la Fundación Santander en España.
En “Tree of Guardians” (2014), Al Dowayan recupera árboles genealógicos para rescatar identidades femeninas que no están documentadas en el país. “¿Cuándo desparecen las mujeres de las memoria?”, se pregunta.
Decenas de proyectos que lleva desarrollando sin pausa desde hace más de una década la acreditan como una artista multicisciplinar y “total”, como ella misma se define. Ha expuesto sus trabajos sonoros, de video, escultura, fotografías en blanco y negro o instalaciones participativas en todo el mundo: Estados Unidos, Reino Unido, Canadá o España, pasando por todos los países del Golfo.
Su carrera internacional, que arrancó cuando una galerista española la invitó a una residencia artística en Londres, fue posible por una combinación de suerte y circunstancias favorables, y por haber desarrollado un arte en solitario antes de se produjera la ebullición artística en la región del Golfo, asegura.
“Quizá ese activismo no encaje en lo que significa en España u Occidente”, reflexiona. “Los artistas son observadores con narrativas distintas de la región en la que viven (…) El arte crea un espacio para hablar y reflexionar. Ahí reside el activismo”.
Frente a los recelos de que ello pueda mejorar realmente la situación de la mujer en una sociedad ultraconservadora, Al Dowayan se muestra optimista. “Sólo que haya posibilidad de cambio ya es bueno”.
La artista tiene una gran esperanza en las nuevas generaciones. “El 50 por ciento de la población de Arabia Saudí es menor de 25 años y los jóvenes no tienen miedo al cambio”, alega. El propio príncipe heredero, considerado el verdadero hombre fuerte, tiene sólo 32 años. “Es la primera vez en la historia que vamos a ser gobernados por alguien menor de 60 o 70 años”, señala.
“Los jóvenes sólo quieren ganar dinero y tener una buena vida (...). No conocen fronteras, no les importa la ideología o la geo estrategia regional, ni quieren formar parte de un plan amplio de panarabismo. Y el príncipe habla su lengua”.
Por eso esos cambios, que parten del plan económico Vision 2030 -basado en la necesidad de reformar una economía dependiente del petróleo- están siendo bien recibidos por la mayoría de la población.
La propia Manal se sorprendió al visitar su país la pasada Navidad al ver a mujeres sin velo y el ambiente festivo que reinaba. “Estoy muy emocionada. Creo en el cambio. Y espero que tengamos éxito porque el resultado tendrá impacto en toda la región”, vaticina.