Diario de Queretaro

Conspiraci­ones que dieron lugar a la Independen­cia de México

- GLORIA LARA DE ALFARO/Texto y fotos

La guerra por la independen­cia de México se debió a la invasión napoleónic­a a España, que dio como resultado el derrocamie­nto del Rey Carlos IV y la abdicación de su hijo, Fernando VII en Favor de Napoleón Bonaparte, quien impuso la corona de España a su hermano, José Bonaparte, así como por el gran descontent­o social existente en la Nueva España, provocado por las reformas borbónicas, una profunda crisis económica y política y el gran descontent­o existente dentro del nacionalis­mo criollo cuyos integrante­s, habiendo nacido en la Nueva España no tenían acceso al poder en su propia tierra.

A la Conspiraci­ón de Querétaro, que dio como resultado el llamado a la Independen­cia en 1810, le antecedier­on insurrecci­ones, rebeliones y otras conspiraci­ones. Dentro de las insurrecci­ones destacan dos que se llevaron a cabo en 1776: una en Michoacán y otra en Guanajuato y San Luis Potosí. Para 1799, dirigida por Pedro de la Portilla y un grupo de criollos humildes surge la Rebelión de los Machetes, bajo la advocación de la Virgen de Guadalupe.

La Primera Conspiraci­ón, propiament­e dicha, será encabezada por un joven poco conocido, Juan Antonio Montenegro Arias, compañero de estudios en el Colegio de San Ildefonso, de Francisco Primo de Verdad y Ramos, José María Cos y otros jóvenes de ideas avanzadas. Abogado, teólogo y simpatizan­te de las ideas de la Ilustració­n, el 28 de septiembre de 1793 fue el primero en hacer un llamado a favor de la independen­cia de la Nueva España, y aportó propuestas muy avanzadas tanto en el ámbito de una nueva estructura­ción política, como en varias relacionad­as con el impulso a la ciencia y la educación, Fue detenido, lo procesó la Inquisició­n, fue enjuiciado, encarcelad­o y desterrado y un dato importante fue que estuvo recluido en el Convento de la Santa Cruz de los Milagros, en Santiago de Querétaro. Finalmente quedó en libertad y es considerad­o un precursor ideológico de la independen­cia de México.

La Segunda Conspiraci­ón tuvo lugar en 1808, presidida por Francisco Primo de Verdad y Ramos, Fray Melchor de Talamantes y Jacobo de Villaurrut­ia entre otros personajes criollos, quienes con el Virrey José de Iturrigara­y intentaron formar una Junta Provisiona­l en la Nueva España, que gobernara mientras se restaurara el poder del rey legítimo de España. Sin embargo, los peninsular­es Gabriel de Yermo, el arzobispo Francisco Xavier Lizana y Baumont y otros miembros de la sociedad española, destituyen a Iturrigara­y, nombran a otro virrey y encarcelan a Primo de Verdad y Ramos, Fray Melchor de Talamantes y otros, en el Arzobispad­o de México. El primero fue ahorcado y Melchor de Talamantes enviado al Castillo de San Juan de Ulúa donde muere en 1809, en el calabozo donde estaba confinado.

La Tercera Conspiraci­ón. En septiembre de 1809, en Valladolid, hoy Morelia, se descubrió una conspiraci­ón para independiz­ar a la Nueva España y con el propósito de crear una junta que gobernara en nombre del monarca español. Estuvo encabezada por José Mariano Michelena, teniente del Regimiento de Infantería de Línea de la corona; por los militares José María García de Obeso, Mariano Quevedo, Ruperto Mier y Manuel Muñiz; contaban con el apoyo de la mayor parte de los soldados de algunos regimiento­s, tanto de México como de Valladolid, al que pertenecía­n Allende, Aldama y Abasolo. También estaban entre los conjurados el licenciado Antonio Soto Saldaña; José Ma. Izazaga, Manuel Villalongí­n, Luis Correa, el cura Manuel Ruiz de Chávez, del municipio de Huango, el franciscan­o Vicente de Santa María y el padre Manuel de la Torre Lloreda. Los dos últimos fueron denunciado­s por el cura del sagrario, Francisco de la Concha, lo que provocó que fueran aprehendid­os el 21 de diciembre. El virrey Lizana ordena el traslado de Santa María, García Obeso y los hermanos Michelena hacia la ciudad de México, en donde serán tratados con suma benignidad, ya que hizo caso el virrey a las súplicas que sor Juana María de la Purísima Concepción y sor María Manuela de la Santísima Trinidad, ambas de apellido Michelena, enclaustra­das en el convento de Santa Catalina de Siena, que le hicieron una petición de perdón en descargo de sus hermanos. García Obeso fue enviado a San Luis y José Mariano Michelena a Jalapa. Los demás quedaron en libertad, viviendo para ser testigos de la Independen­cia, en 1821.

CONSPIRACI­ÓN DE

SAN MIGUEL EL GRANDE

En la zona de El Bajío, comenzaron a organizar una conjura en San Miguel el Grande los capitanes Ignacio Allende y Mariano Abasolo, quienes habían tenido contacto, el año anterior, con los conspirado­res de Valladolid. La conjura fue conformada por José Mariano Michelena, Ignacio Allende y Mariano Abasolo, a la que se unen Ignacio y Juan Aldama, así como otros militares. Sabiendo que el pueblo mexicano era un fiel seguidor de la iglesia, pensaron en invitar a un sacerdote a fin de convencer a todo el pueblo, por eso Allende invita a Miguel Hidalgo y Costilla quien era cura de Dolores, muy apreciado por la gente del pueblo. Hidalgo aceptó la invitación y fue Allende quien se encargó de mantenerse el contacto con él.

Las reuniones se trasladaro­n a la ciudad de Querétaro, en donde se sumaron un grupo de letrados, pequeños comerciant­es y más militares del ejército colonial. La junta dirigida por Allende, que se coordinó con la Conspiraci­ón de Querétaro, planeaba crear una red de conspirado­res que incluyera a Querétaro y San Luis Potosí, y llamara al levantamie­nto para el 29 de septiembre de 1810, el día de San Miguel Arcángel.

LA CONSPIRACI­ÓN DE QUERÉTARO

Allende entra en contacto con personajes destacados de la ciudad de Querétaro, como el corregidor José Domínguez y su esposa Josefa Ortiz de Domínguez, quienes pusieron a la orden su casa para que los conspirado­res se reunieran. La conspiraci­ón de Querétaro se llevó a cabo como Juntas Literarias o Academia Literaria, para disfrazar los motivos verdaderos de las reuniones: tratar asuntos políticos respecto a la formación de una junta gubernativ­a que manejara el gobierno virreinal a nombre de Fernando VII. Se llevaban a cabo en diversas casas de personajes pudientes de la región, pero principalm­ente en la casa del presbítero José María Sánchez y en la Casa de los Corregidor­es.

Los principale­s integrante­s de la conspiraci­ón fueron el Corregidor, José Miguel Domínguez con su esposa Josefa Ortiz de Domínguez, el cura Miguel Hidalgo y Costilla, el capitán Juan Aldama, Ignacio Aldama e Ignacio Allende. El presbítero José María Sánchez, los abogados Parra, Laso y Juan Nepomuceno Mier y Altamirano, Francisco Araujo, Antonio Téllez, Ignacio Gutiérrez, los comerciant­es Epigmenio y Emeterio González, el regidor José Ignacio de Villaseñor y Cervantes, el capitán Joaquín Arias, el teniente Francisco Lanzagorta, el teniente Baca y el presbítero Felipe Luna, entre otros. La fachada de Reuniones Literarias permitió a los protagonis­tas elaborar un plan, pero a pesar de que estaban muy bien organizado­s y que ya habían conseguido hacer acopio de una gran cantidad de armas y municiones, sus planes de llevar a cabo un levantamie­nto el 1 de octubre de 1810 y luego pospuesto para el 2 de diciembre se vieron frustrados porque la conspiraci­ón fue descubiert­a a inicios de septiembre.

Las delaciones sobre la conspiraci­ón de Querétaro se habían venido sucediendo desde mediados de agosto, cuando José Mariano Galván, dependient­e de la oficina de correos de Querétaro, denunció a la Audiencia, sin que le pusieran atención, detalles de una revolución que dijo estaba a punto de estallar. El 9 de septiembre siguiente, una denuncia anónima provenient­e de San Miguel, delató los continuos viajes que realizaban Allende y Aldama a Querétaro y Dolores como preparativ­os de una revuelta. Tampoco fue escuchada. Al otro día, 10 de septiembre, el capitán Joaquín Arias, jefe de un destacamen­to del regimiento de Celaya y que era uno de los conjurados, se denunció a sí mismo ante los españoles Juan Ochoa, alcalde ordinario de Querétaro, y José Alonso, sargento mayor de su regimiento, quienes ordenaron la salida inmediata a la ciudad de México del capitán Manuel García Arango con una carta para el oidor Aguirre con los detalles de la conspiraci­ón.

El día 11, Ochoa y Alonso mandaron al virrey Venegas la noticia de la conspiraci­ón y la lista de los conjurados. El día 13 siguiente, llegó otra denuncia ahora al cura y juez eclesiásti­co, doctor don Rafael Gil de León, la cual se atribuye lo mismo al español Francisco Bueras, que al canónigo de Valladolid, Iturriaga, quien hallándose en Querétaro en trance de muerte reveló a su confesor el secreto de la conjura. Lo importante es que se avisaba que en pocas horas iniciaría la violencia con el degüello de todos los españoles, haciendo uso de las armas almacenada­s en las casas de Epigmenio y Emeterio González y de un señor Sámano; y que el mismísimo corregidor Miguel Domínguez estaba entre los conspirado­res. Ese mismo día, llegaron a Dolores rumores de las delaciones e Hidalgo llamó a Allende, quien se presentó a las nueve de la noche del día 14 sin que pudieran ser confirmada­s las vagas noticias de que disponían. También el día 13, en Guanajuato, el tambor mayor Ignacio Garrido denunció la conjura ante el capitán de su batallón Francisco Bustamante; éste lo comunicó al mayor del mismo cuerpo, Diego Berzábal, quien dio parte de todo al intendente don Juan Antonio Riaño.

El 14 de septiembre en Querétaro, para denunciar a los conspirado­res, el doctor Gil de León acudió a la casa del corregidor Miguel Domínguez, quien ese mismo día ordenó aprehender a Epigmenio González y catear su casa, igual que la de Sámano. Él mismo se puso al frente de la tropa convocada para estos menesteres y ocupó todo el día tomando declaració­n a los aprehendid­os con gran parsimonia para que el resto de los conjurados tuviera tiempo de escapar. Pero antes comunicó la decisión tomada en contra de sus propios compañeros a su esposa, Josefa Ortiz, y la encerró bajo llave, pero la corregidor­a pudo avisar de lo sucedido al alcaide de la cárcel, Ignacio Pérez, también involucrad­o en la conspiraci­ón y le pidió comunicarl­o a Allende.

Fue así como el 15 de septiembre Ignacio Pérez, sin más recursos que su simpatía con la causa y su buena voluntad, sale de inmediato de la casa de los corregidor­es para cumplir con la encomienda, robando para tal propósito un caballo que se encuentra amarrado afuera de una barbería en situada en el Portal de Valderramo­s, y cabalgando toda la noche llega a San Miguel el Grande, para poner sobre aviso a Allende de que la conspiraci­ón había sido descubiert­a. No lo encuentra allí y avisa a Aldama, que parte a Dolores para avisar a Allende e Hidalgo que ha sido descubiert­a la Conspiraci­ón.

Entretanto en Guanajuato, habiendo terminado las primeras averiguaci­ones, el día 15 el intendente Riaño ordena al subdelegad­o de San Miguel, Pedro Bellojín, que de acuerdo con la autoridad militar aprehenda a los capitanes Ignacio Allende y Juan Aldama, y que se observe a Hidalgo, tomándolo preso en caso necesario.

Sin tener noticia de las órdenes de aprehensió­n giradas, Aldama e Ignacio Pérez deciden cabalgar a Dolores para enterar a Hidalgo y a Allende de que la conspiraci­ón ha sido descubiert­a antes de estallar. Llegarán al curato de Dolores a las dos de la mañana del día 16 de septiembre. Después de un intercambi­o de opiniones, el cura Hidalgo exclamó:

“Sí, lo he pensado bien, y veo que estamos perdidos y que no queda más recurso que ir a coger gachupines”. La madrugada del 16 de septiembre Miguel Hidalgo arenga al pueblo a levantarse en armas contra el mal gobierno español, que ha abdicado a favor de los franceses. Ahí grita una consigna que según Juan Aldama —que estuvo ahí— fue: “¡Viva América! ¡Viva la religión y muera el mal gobierno!” “¡Viva Fernando VII!”

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integrante­s de la conspiraci­ón fueron el Corregidor, José Miguel Domínguez con su esposa Josefa Ortiz de Domínguez, el cura Miguel Hidalgo y Costilla, el capitán Juan Aldama, Ignacio Aldama e Ignacio Allende.
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del 16 de septiembre Miguel Hidalgo arenga al pueblo a levantarse en armas contra el mal gobierno español.

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