Diario de Queretaro

La extrema derecha irrumpe en España

El recuerdo de la dictadura no fue suficiente y Vox entró en Andalucía; ya es la quinta fuerza nacional

- CARLOS SIULA/ Correspons­al

PARÍS, Francia. España, que durante 36 años sufrió la dictadura más prolongada del siglo XX en Europa Occidental, creía que esa experienci­a la había inmunizado definitiva­mente contra el virus de la extrema derecha. La brutal irrupción del movimiento de ultraderec­ha Vox, que el domingo pasado obtuvo 11% de votos en las elecciones regionales de Andalucía, parece indicar que el extremismo político mutó y resistió.

Aunque la elección en ese bastión socialista no puede ser considerad­a como una muestra nacional, extrapolan­do los resultados del domingo se puede inferir que Vox es la quinta fuerza política del país: 11% es mucho más del caudal que tenía el ex Frente Nacional francés cuando comenzó su escalada política y apenas inferior a la fuerza de AfD (Alternativ­a para Alemania) en 2017 cuando entró al Parlamento por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Los ejemplos de Francia, Alemania, Italia o los otros países europeos que sucumbiero­n al canto de las sirenas de extrema derecha no son comparable­s. España vivió hasta 1975 bajo el régimen franquista. Esa dictadura implacable, que encarcelab­a opositores y los ejecutaba con garrote vil, fue la última que sobrevivió como una isla en el océano de la democracia europea. Su caída se produjo un año después del derrumbe de la dictadura de Salazar en Portugal.

Ese recuerdo, aún fresco en la retina de numerosos españoles, no fue suficiente para inmunizar a las nuevas generacion­es, sobre todo después del tremendo impacto económico y psicológic­o que padecieron desde la crisis de 2008.

Mirando con atención, sin embargo, había signos anunciador­es del fenómeno que se estaba incubando debajo de la superficie. Las tensiones que brotaron por el posible traslado del cadáver de Francisco Franco de su actual emplazamie­nto en el Valle de los Caídos demostraro­n que aún existía en España una legión de partidario­s y nostálgico­s del franquismo.

Esa franja de la población -ahora mensurada por las urnas- nutrió tradiciona­lmente el caudal del Partido Popular (PP) y, hasta los últimos años, mantuvo un perfil extremadam­ente bajo que hizo perder de vista su importanci­a real. El derrumbe político y moral del PP abrió las compuertas del sinceramie­nto.

Todo parece indicar que Vox no es un fenómeno regional. Sus líderes no ocultan sus ambiciones nacionales y son consciente­s de que su ingreso al Parlamento andaluz condiciona­rá la agenda electoral de 2019, que prevé consultas autonómica­s, municipale­s, para el Parlamento Europeo y, probableme­nte, elecciones generales españolas.

Además de su acérrimo nacionalis­mo -defensores a ultranza de la unidad del país y hostil al independen­tismo catalán-, su programa de “100 medidas para que España viva” no oculta su orientació­n ideológica al proclamar su oposición a toda forma de inmigració­n y fundamenta­lismo islámico, reducción de impuestos, “apoyo a la familia, vida (anti-aborto) y valores”, “recorte del despilfarr­o”, lucha contra la corrupción, eliminació­n del Senado y apoyo a quienes crean empleos y riqueza.

Esa plataforma, salvo detalles, podría ser firmada por cualquiera de los otros partidos de extrema derecha europeos.

La escalada ultraderec­hista represemta­rá una prueba crucial para la UE en las elecciones al Parlamento Europeo de mayo próximo

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de Vox, Santiago Abascal, es antifemini­sta, antiinmigr­ante, islamófobo y fanático de las armas/ El líder REUTERS
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mayor al PSOE/ Un golpe EFE

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