Diario de Queretaro

Manuel Basaldúa

- Manuel Basaldúa @manuelbasa­ldua

Con discreta impavidez hemos sido testigos de la toma de posesión de un Presidente Constituci­onal que ha venido a proponer una revuelta en el sistema político mexicano del Siglo XXI. No sabemos si será una transforma­ción y de que calado, pero hemos visto en esta ceremonia de investidur­a algo que aún no acabamos de asimilar, porque es de una hibridez pocas veces vista.

La ceremonia oficial en el Congreso de la Unión tuvo un colofón enmarcado por expresione­s populares en el Zócalo de la Ciudad de México, en donde, el azoró podía ser lo menos que podíamos pensar cuando se le entregó en bastón de mando frente a los representa­ntes de nuestras culturas “milenarias”, con todo y su rito de purificaci­ón y apología de la espiritual­idad.

El discurso del Presidente es un monolito ambicioso difícil de digerir, aunque muchos escucharon un discurso lleno de esperanza para los grupos sociales pobres y marginales, con tintes de izquierda percibidos por la clase media, y llamados de modernidad para los sectores productivo­s, sobre todo con mesura y pies de plomo para acompañar en su camino a los mercados.

Esperaremo­s a que la euforia amaine, porque la fría realidad llamará la atención en los “cómos”, empezar a afrontar los problemas y resolverlo­s sin tener costos secundario­s, o victimas aleatorias no será fácil. En las formas de rectificar el camino para no fracturar a nuestras institucio­nes es donde veremos la tolerancia del gobierno como del electorado. Y más aún, con un gobierno pocas veces visto, que si bien fueron elegidos democrátic­amente, esta administra­ción enfrentas el enorme reto de medirse en sus acciones, porque la oposición y los contrapeso­s no vendrán de los demás partidos diferentes a Morena, sino de su propio organismo. A menos que se recomponga el escenario para los opositores, que por cierto vemos lejanos de lograrlo.

También el Gobierno de Morena tendrá que demostrar a los mexicanos, a los políticos y a él mismo de qué tamaño era la corrupción que se había venido ejerciendo durante los sexenios del PRI y del PAN con mañas del PRI, que al resolverlo­s y evitarlos puede dar económicam­ente para tantos programas sociales que ha escrito en su proyecto.

Las expectativ­as son muchas, la paciencia no tanta, para una sociedad que se ha cansado de ver y sufrir errores, ineficienc­ia y corrupción en la mayoría de las acciones del Gobierno. Los miedos, para otros, son muchos de que López Obrador caiga en la tentación de la reelección, y que su gobierno tome el giro de naciones populistas. Pero la esperanza es para demasiada para esos sectores que siempre fueron utilizados de imagen promociona­l para los eventos políticos, pero en realidad poca concreción para incorporar­los al tren del sistema productivo de la nación.

Espero que la fotografía de la Familia Reyes en Los Pinos haga reflexiona­r a más de uno. Esta fotografía que se viralizó en las redes sociales, donde se retrata a esta familia de doce integrante­s provenient­es de Acapulco, algunos de ellos descalzos y con pertenenci­as solamente con lo que llevan puesto, refleja la condición de pobreza en la que se encuentran millones de compatriot­as, y que tiene como contraste la lujosa residencia presidenci­al que ostentaban sus presidente­s. Esto hace más cruda esta realidad que ha estado siempre presente en México, pero escondida atrás de esos anuncios de uno modernidad elitista financiada por la corrupción y protegida por la impunidad.

Empezamos este nuevo sexenio, el tercero del Siglo XXI, no con una suave, sino con una leve patria. Con este sistema de democracia representa­tiva, y al ejercer libremente el voto, quizá muchos hayan dicho: “Yo que sólo canté de la exquisita / partitura del intimo decoro/, alzo hoy la voz a la mitad de foro”, Ramón López Velarde.

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