Diario de Queretaro

Manuel Naredo

SÓLO PARA VILLAMELON­ES

- SÓLO PARA VILLAMELON­ES

Tengo la certidumbr­e de que el queretano Octavio García, El Payo, es, hoy por hoy, el torero más sólido de la baraja taurina nacional. Sólo que, como todos sabemos, para que la calidad aflore en el mundo del toro suelen jugar otras circunstan­cias, en las que participa, fundamenta­lmente, la suerte. Y “El Payo” no ha corrido con suerte.

Tengo la certidumbr­e de que el queretano Octavio García, El Payo, es, hoy por hoy, el torero más sólido de la baraja taurina nacional. Sólo que, como todos sabemos, para que la calidad aflore en el mundo del toro suelen jugar otras circunstan­cias, en las que participa, fundamenta­lmente, la suerte. Y “El Payo” no ha corrido con suerte.

Además, el torero de estas tierras ha escogido el camino más difícil por recorrer; ese que suele toparse con incomprens­iones en un ambiente propicio para el espectácul­o y poco cercano al toreo verdad. Ha escogido el camino de gustarse a sí mismo, dejando de lado las concesione­s y el gusto masivo y ajeno al conocimien­to de los cánones clásicos.

Todo ello lo comprobé, una vez más, la noche del pasado viernes en la Santa María, cuando Octavio lidiaba a su segundo enemigo, un cárdeno claro al que le suministró una bella tanda de verónicas de inicio, y al que, con la muleta, le corrió la mano como los grandes, sintiéndos­e el torero que es.

Fue la de ese toro una faena ortodoxa y profunda, que inició con muletazos de trinchera y de la firma, de los tercios a los medios, y que sustentó en redondos largos y templados, donde intercambi­ó la mano en varias tandas. No hubo en ese trasteo más que una madurez adquirida con el tiempo y el gusto por la esencia de su profesión. La mala suerte le hizo errar con el estoque y nada consiguió de trofeos físicos.

Me dio la impresión, esa noche, de que “El Payo” seguía tocado tras la cornada de dos trayectori­as, recibida apenas unos días atrás en el inicio de la temporada grande en La México; lo denotaba su paso lento en el paseíllo y acaso un rostro ajado durante el transcurso del festejo.

Así se presentó dos días después en la plaza más grande del mundo, en la segunda de sus comparecen­cias, y también ahí tuvo que aguantar el mal trago de un doloroso percance, con su primero de Xajay, que tiraba cornadas por el lado derecho, alcanzando al torero y lastimándo­lo seriamente en las costillas. Aunque el de Querétaro regresó a matar a su enemigo, pasó fatigas para hacerlo, mitad por el estado físico en el que se encontraba y mitad por las peligrosas condicione­s del burel.

“El Payo” volvió a la enfermería, y de ahí al hospital, segurament­e con la frustració­n que deja una tarde infortunad­a, pero dejó constancia, a aquellos que pueden mirar más allá de la corteza, lo mucho que encierra en su toreo. Lo que venga para él tendrá que ver con su persistenc­ia, su paciencia, y esa siempre presente suerte, que todo lo toca con su hálito.

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