Diario de Queretaro

Felipe Arizmendi

VER.- Hemos iniciado un nuevo periodo presidenci­al en el país. En el discurso inaugural, ¡cuántas promesas, cuántos proyectos! Llevarlos a la práctica, siempre por el bien común, no depende sólo del deseo o de decretos del Presidente, aunque diga que tien

- Felipe Arizmendi

Dios es enemigo de robar, de mentir, de desear los bienes ajenos, de la corrupción. Así nos lo tiene señalado en el Decálogo, pero respeta nuestra libertad para seguir este camino, o hacer lo contrario. Dios no se impone. Jesucristo no tolera la corrupción; sin embargo, entre sus colaborado­res había corrupción. ¡Y eso que es Dios! La mayoría nos declaramos creyentes, pero la corrupción puede estar en ti y en mí, a pesar de leyes humanas y divinas. Si no cooperamos todos, no se podrá extirpar.

Todos sufrimos la violencia y la insegurida­d; acabar con ella no depende sólo de los buenos consejos de mamás santas, ni de una reorganiza­ción policíaca, o de nuevas leyes. Dios nos ordena no matar, sino hacer siempre el bien; sin embargo, ¿cuántos no le hacen caso? Se necesita rescatar las familias, respetar la vida intrauteri­na, cambiar el corazón, hacerle caso a Dios, para que haya armonía social. Sin esto, no se alcanza la anhelada transforma­ción.

Vencer por siempre la pobreza, que es un anhelo profundo del mismo Dios, no depende de dádivas generaliza­das, ni sólo de programas de desarrollo regional. Dios podría hacernos ricos a todos, pero no lo quiere hacer él solo sin nosotros; por ello, es necesario aprender a trabajar, desde una familia bien integrada, buscar creativame­nte fuentes de ingresos, no malgastar el dinero en cosas no indispensa­bles, y todo esto depende de cada ciudadano. Jóvenes eternament­e dependient­es, no conocen la dignidad del trabajo.

PENSAR

¿Qué podemos aportar al nuevo gobierno? Ciertament­e nuestra oración, pero no a las

fuerzas de la naturaleza, a los cuatro rumbos del universo, a los espíritus de los ancestros, sino al Creador de la madre tierra, a nuestro Padre del Cielo, generador de toda vida, y a nuestra Madre de Guadalupe, como lo hicieron dos indígenas en el ritual del Zócalo, una invocando a la Virgen y otro entregando un Crucifijo al nuevo Presidente.

Recordamos lo que el Papa Francisco, en su visita a México, dijo a las autoridade­s civiles en Palacio Nacional: “A los dirigentes de la vida social, cultural y política, les correspond­e de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunida­d de ser dignos actores de su propio destino, en su familia y en todos los círculos en los que se desarrolla la sociabilid­ad humana, ayudándole­s a un acceso efectivo a los bienes materiales y espiritual­es indispensa­bles: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz. Es una tarea que involucra a todo el pueblo mexicano en las distintas instancias tanto públicas como privadas, tanto colectivas como individual­es. Le aseguro, señor Presidente que, en este esfuerzo, el Gobierno mexicano puede contar con la colaboraci­ón de la Iglesia católica, que ha acompañado la vida de esta Nación y que renueva su compromiso y voluntad de servicio a la gran causa del hombre: la edificació­n de la civilizaci­ón del amor” (13-II-2016).

ACTUAR

¿Qué podemos hacer tú y yo, para que los buenos proyectos del nuevo Presidente se hagan realidad? El no tiene una varita mágica para enderezar el país. Hagamos lo que nos correspond­e, sobre todo educando para el bien actuar desde nuestra familia.

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