Raúl Carranca
Es evidente que no pude haber política auténtica sin moral, idea que desde el siglo V a.C. sostuvieron Platón y Aristóteles y que ha perdurado hasta la fecha, porque regir los asuntos públicos o participar en ellos requiere siempre atenerse a lo que la co
Por lo tanto hay mala política que en rigor no es política, ya que el bien de toda la sociedad ha de orientar la acción política. “Que podamos elaborar conjuntamente una Constitución Moral, en la idea de que no sólo debemos buscar el bienestar material, sino también el bienestar del alma. Fortalecer valores culturales, morales, espirituales”, ha dicho el presidente López Obrador; añadiendo que “el propósito no sólo es frenar la corrupción política y moral, sino establecer las bases para una convivencia futura sustentada en el amor”. Muchos sonríen cuando el presidente habla del alma y del amor. Yo pregunto si ambos son opuestos, acaso, a los postuladores de la Revolución y del Liberalismo. La gente suele ser superficial cuando se habla de esos valores, o por ignorancia grosera y agresiva o por un nulo entendimiento de la realidad de la política. Bismarck pensaba que “la política no es ninguna ciencia, como muchos señores profesores se imaginan, sino un arte” (en Del Parlamento). Y en ese arte el alma y el amor ocupan lugar privilegiado. Kant, por ejemplo, impregnaba su pensamiento sobre la política con ideales bien definidos sobe la libertad, la igualdad y la valoración del individuo. Y algo más, en su ética le confiere a éste, en cuanto sujeto moral, la capacidad de convertirse en legislador de lo moral. De tal manera que ciencia o arte la política, y qué lo diga nada menos que Giovanni Sartori al que tanto he citado recientemente, trasciende cuando comprende al individuo, al ciudadano, con alma y con capacidad de amar y ser amado en lo personal y en lo social.
Ahora bien, José Agustín Ortíz Pinchetti, uno de los integrantes del consejo asesor que trabaja en el proyecto de tal Constitución, ha señalado que ella será un apoyo para el plan de seguridad y pacificación del actual gobierno, pero no un instrumento jurídico. Yo le doy la razón al eminente asesor en lo tocante a su posible obligatoriedad jurídica. Sin embargo y en lo jurídico, a ese nivel, la obligatoriedad moral también se halla ínsita en la norma jurídica, o sea, que es una obligatoriedad, si cabe el término, inherente a la norma y por ende a la acción política. El hecho es que el presidente se basa sin duda en el principio evangélico de que no sólo de pan vive el hombre, aunque revive el pensamiento de José Martí quien afirmaba que nos debe importar el bienestar material “pero también el del alma”. Lo que recogió en su momento, en 1944, Alfonso Reyes para su famosa cartilla de moral, solicitada entonces por Jaime Torres Bodet como sostén de la educación nacional. Añado que esto también lo había previsto intelectualmente José Vasconcelos. Reyes apoyaba su cartilla en los siguientes puntos que resumo así: el hombre debe educarse para el bien; aunque tiene algo de común con los animales tiene también algo exclusivamente humano; la voluntad moral trabaja por moralizar más y más al hombre (Rudyard Kipling); la apreciación del bien es el objeto de la moral; debe prevalecer el respeto a la persona y a la familia; el primer grado del respeto social se refiere a la sociedad en general; la nación y la patria no se confunden del todo con el Estado; no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan; hay que respetar la naturaleza; no hay que olvidar que tenemos conciencia del bien que no se debe confundir con nuestro provecho; son equivalentes el respeto a la sociedad humana y a la patria; hay que respetar la especie humana.