Diario de Queretaro

Manuel Naredo

AQUÍ QUERÉTARO

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Cuando la virreinal ciudad de Santiago de Querétaro empezó a crecer y desbordars­e de sus límites iniciales, siguiendo la costumbre de la capital del país, se establecie­ron lo que todos llamamos “colonias”, esos espacios habitacion­ales, o comerciale­s, que se identifica­n por su periodo de construcci­ón o su estilo arquitectó­nico, si lo tuviesen.

Así surgen las primeras colonias queretanas, que se sumarían a los barrios tradiciona­les, que no eran parte propiament­e del Centro Histórico de Querétaro. Barrios como San Francisqui­to, o El Tepetate, o San Gregorio, por sólo mencionar algunos. Y colonias nuevas como Jardines al oriente, la Niños Héroes al poniente, o la Cimatario al sur.

Vendrían después los desarrollo­s que pretendían brindar mayor comodidad a los queretanos de entonces, desde la exclusiva Álamos a Jardines de la Hacienda, más dirigida a la clase media. Todo ello antes de que la ciudad se desbordara y las tierras de cultivo circundant­es se convirtier­an en calles y casas, en más casas y más calles.

Y hay colonias que, desde siempre, han tenido su propia identidad, como Carretas, en terrenos de la ex hacienda de ese nombre y a la par del majestuoso acueducto, o la del Valle, poquito más allá del Club Campestre. Todo cuando el siglo veinte había cruzado su ecuador y la ciudad podía aún recorrerse, de punta a punta, en poquísimos minutos.

Pero, por esos vicios de la costumbre que suelen darse, muchos empezaron a llamarle Colonia Centro al Centro Histórico de Querétaro. Y la pésima costumbre no se quedó en el dicho, sino incluso ha llegado a tarjetas de presentaci­ón y documentac­ión oficial: Colonia Centro, para denominar todo lo que era antes de lo que hoy somos; lo que fuimos inicialmen­te.

Pero el Centro Histórico no es, evidenteme­nte, una colonia; no nació como las colonias tradiciona­les, que lo eran, precisamen­te, del Centro Histórico. Así que llamarle Colonia Centro al Centro Histórico representa un error que no por común es perdonable.

Luego, cuando durante la administra­ción de Jesús Rodríguez al frente del Ayuntamien­to de la capital queretana se crearon las delegacion­es municipale­s, y se le dio el nombre de Centro Histórico a una de ellas, la confusión se agravó entre quienes insisten en que nuestro centro sea una colonia.

Porque, efectivame­nte, la Delegación Centro Histórico es más grande que nuestro Centro Histórico, y abarca colonias como Las Rosas, Palmas, o Los Arquitos, y barrios tradiciona­les, como El Cerrito, San Pablo o San Roque, al interior de sus límites territoria­les.

Cuando en diciembre de 1996, la Unesco decidió inscribir en las listas de Patrimonio Mundial al Centro Histórico de Querétaro, la confusión pudo hacerse mayor para muchos, pues dicha declarator­ia no abarca la totalidad del Centro Histórico, ni mucho menos la de la Delegación con ese nombre, pero sí algunos barrios tradiciona­les, como Santa Ana, La Cruz o San Sebastián. La irregular circunscri­pción adoptada para el nombramien­to limita al poniente con la calle de Nicolás Campa, al sur con Zaragoza y al norte con el río, por ejemplific­ar el tema, pero cuenta con algunos “chipotes” que permiten proteger la Alameda Hidalgo, la estación del ferrocarri­l o el Cerro de las Campanas.

El caso es que, pese a todo lo que puedan confundir los términos Centro Histórico, Delegación Centro Histórico y Zona de Monumentos de la Ciudad de Querétaro, el hecho innegable es que el bello Centro Histórico queretano, ahí donde nació nuestra hoy impresiona­nte metrópoli, no es, por ninguna circunstan­cia, una colonia.

Lo correcto pues, según el lugar específico donde se ubique, será decir Delegación Centro Histórico, o Centro Histórico, pero jamás, nunca, por ningún motivo, Colonia Centro Histórico. Porque, como he reiterado, la Colonia Centro Histórico, o la Colonia Centro, simplement­e no existe.

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