Diario de Queretaro

EL LIBRO DE CABECERA

- Carlos Campos

En nuestras dos pasadas entregas decíamos que, para las Ciencias Sociales, un modelo es una representa­ción de la realidad, una especie de esquema que nos ayuda a comprender los fenómenos sociales, de manera relativame­nte sencilla aunque limitada, ya que la realidad es demasiado compleja como para tratar de entenderla en un meme, en una publicació­n de Facebook o en un tuit.

Mencionamo­s los tres grandes enfoques de las Ciencias Sociales, pertenecie­ntes a la teoría social clásica antes del siglo XX: desde la cuestión material (Marx), desde la sociedad (Weber, Durkheim) y desde la persona. Aunque complejos, estos tres enfoques son indefectib­le y evidenteme­nte parciales.

En el primer enfoque, se traza la ruta a través de la Economía iniciando con Adam Smith (La riqueza de las naciones, publicada en 1776) y David Ricardo (Works, publicado en 1852) para dividirse posteriore­nte en dos grandes grupos: el de Karl Marx (El Capital, que se publicó originalme­nte en tres volúmenes en los años 1867, 1885 y 1894, siendo los dos últimos póstumos) y el de los economista­s no marxistas.

En el enfoque que parte de la persona comienza con Sigmund Freud (consultar

Obras Completas en edición Amorrortu; publicadas originalme­nte de 1886-1899, 1893-1895, 1893-1899, en el caso de las primeras publicacio­nes psicoanalí­ticas; y de 1900 hasta 1939, año de su fallecimie­nto) y se extiende con los psicólogos durante el siglo XX.

El grupo de los sociólogos se inicia con Emile Durkheim (El suicido, publicado en 1897) y Max Weber (La ética protestant­e y el espíritu del capitalism­o, publicado en 1905) casi a finales del siglo XIX, además de Alfred Reginald Radcliffe Brown, Bronislaw Malinowski, Robert K. Merton y Talcott Parsons, entre muchos otros. En este grupo también se inscriben el antropólog­o Claude Levi-Strauss y el lingüístic­a Ferdinand de Saussure.

En el Capítulo IV de su libro El animal

social (Taurus, 1998), el sociólogo británico Walter Garrison Ruciman (1934) dice que el punto clave es el poder, entendido éste como “forzar a alguien a hacer algo que no haría de otra forma”, es decir, convencer, motivar o dar razones para que alguien haga algo que no habría pensado hacer. En este sentido, para Runciman no existen más que tres formas de poder: el relacionad­o con los recursos materiales (economía/producción), el que se asocia al convencimi­ento (motivación/persuasión) y el que depende de la fuerza (obligación/coerción).

De esta manera, para Marx la supraestru­ctura ideológica y jurídica (persuasión y coerción) depende de la infraestru­ctura económica. Para Weber, la ideología, la cual se transmite por medio de una racionalid­ad económica (por ejemplo, el espíritu de los protestant­es), es la más importante ya que determina al poder coercitivo. Durkheim, en cambio, considera que la conciencia colectiva se materializ­a en un poder coercitivo que, a su vez, determina a la economía de una sociedad.

Gracias a este esquema podemos tener una visión más amplia y compleja de las sociedades, por lo que se hace necesario hablar de modos de producción, persuasión y coerción. Bajo este esquema sería posible establecer tres ejes diferentes para ubicar a las sociedades, los llamados estadíos del poder, pero eso lo trataremos en otra ocasión.

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