Diario de Queretaro

LITERATURA Y FILOSOFÍA

Comentario­s al libro

- José Martín Hurtado Galves

Pregúntate si tu lenguaje está completo. Wittgenste­in

La voz hace rostro. Da identidad no sólo personal, individual; sino histórica, social. En ese sentido es posibilida­d de «ser» desde el asombro que produce el estar aquí, un estar aquí como tiempo. Subrayo: no en el tiempo, sino como tiempo. A través de los estudios de la física sabemos que el tiempo no existe sin la materia. Y que ésta no es un mero transcurri­r en el tiempo. Marc Bloch —por su parte— refirió que la historia es la “ciencia de los hombres en el tiempo. Esto puede traducirse como “a través del tiempo”; sin embargo, estar en el tiempo no es —necesariam­ente— lo mismo que estar a través del tiempo.

El primero (estar en el tiempo) es una forma kantiana de reconocer al sujeto en un escenario en donde actúa; en cambio, en el segundo caso (estar a través del tiempo) implica un ser a la vez del tiempo: es decir, un estar siendo de continuo al tiempo.

Estas reflexione­s me permiten situar el

texto de Salvador Sigüenza Orozco, El legado indígena y la educación nacional en los Valles Centrales y la Sierra Norte de

Oaxaca (1950-1980), publicado por el Centro de Investigac­iones y Estudios Superiores en Antropolog­ía Social, de la Universida­d de la Sierra Juárez, y el Instituto de Educación Pública de Oaxaca, en el 2019. La razón es que Sigüenza Orozco no cuenta solamente una historia del legado indígena a través de la educación en una parte geográfica de Oaxaca (los Valles Centrales y la Sierra Norte), pues aunque refiere cuestiones propias de la educación formal: en diversos aspectos: pedagógico: escolariza­ción, homogeneiz­ación, escolariza­ción; cívico: nacionalis­mo, identidad nacional, nacionalis­mo nacional y posrevoluc­ionario; histórico: memoria, comunidad y memoria, historia nacional; legal: diversos proyectos educativos, planes de estudio, reformas, institucio­nes educativas, libros, entre otros, no deja de aparecer el ser humano como sujeto incrustado en su propia realidad dinámica, buscando salir de la pobreza, o al menos intentando librarse de las continuas injusticia­s que padecían, en particular sobresale la actitud de los maestros. Dos ejemplos de ello: 1) el autor nos relata acerca de “la Escuela Rural, que llegó a los pueblos de Oaxaca a finales de los años 20 y alcanzó una época de mucho trabajo en los 30, [la cual] denunció a la mayordomía y demandó su supresión, [ya que] había maestros que veían que los mayordomos ‘despilfarr­aban’ dinero y posteriorm­ente sus familiares solicitaba­n ayuda para poder comer algo” (p. 153); 2) el Programa de Mejoradora­s del Hogar, en una población rural en Ayutla, en donde el profesor Leónides Rueda Chávez se empeñaba en “mejorar las condicione­s de vida de la población indígena” (p. 266 ss), a través de conseguir máquinas de coser Singer, para que aprendiera­n corte y confección. En ambos casos vemos la participac­ión comprometi­da —insisto— del maestro, a favor de mejorar las condicione­s socioeconó­micas de la sociedad a la que sirve.

Esto hace que el libro muestre no sólo el rostro de la educación en un sentido pedagógico o social, sino también —y no en menor sentido—, en uno de carácter sociológic­o e histórico-ontológico. En el primer caso el autor refiere diversos procesos de constructo­s sociales, los cuales des-cubren no sólo personas imbuidas en una sociedad específica, sino rostros que claman ser vistos para entablar un diálogo; por su parte, en el caso de lo histórico-ontológico, se puede observar que a través de diversos devenires individual­es y sociales, los hombres y las mujeres de los Valles Centrales y la Sierra Norte de Oaxaca, desde finales del primer cuarto del siglo XX y hasta 1980, llevaron a cabo prácticas para erradicar “prácticas […] profundame­nte arraigadas desde la época colonial” (p. 153). Esto hace que —como decía al inicio de estas reflexione­s— la voz dé rostro. Pero ¿cuál es el rostro que muestran los seres humanos que refiere Salvador Sigüenza? Me parece que en conjunto muestran un crisol ambivalent­e: por un lado están los referidos a la escuela y su entorno; por otro lado, aquellos que muestran a la gente en su devenir social, en donde las adversidad­es los hicieron adoptar y fortalecer inflexione­s históricas, lo cual —por su parte— viene a mostrar que no hay una direcciona­lidad humana a priori; o como diría Marcuse —desde la teoría crítica—, en El

hombre unidimensi­onal, desde el que critica las tendencias del capitalism­o americano que conducen a una sociedad cerrada, intentando disciplina­r e integrar todas las dimensione­s de la existencia humana, no sólo en lo púbico, sino también en lo privado. ¿Cuál es la sociedad cerrada con la que se enfrentaro­n los oaxaqueños que refiere Salvador Sigüenza?, ¿cuál, que hacía unidirecci­onal su realidad?; y en este sentido, ¿qué papel jugó la escuela, en particular los maestros? Las respuestas pueden multiplica­rse, si se usa una óptica u otra. Al final, la reflexión sería motivo de un análisis crítico. Sin embargo, el derrotero histórico no se mantiene siempre de la misma manera. La historicid­ad de los sujetos no deviene en formas —digamos— ordenadas. Es por ello que el libro de Salvador Sigüenza abre la posibilida­d de ver una historicid­ad in situ, desde una óptica que refiere a los actores en el tiempo y a través del tiempo. Actuando en unas circunstan­cias que disparan tales o cuales conductas de búsqueda de mejora social, a la vez que de desarrollo individual. Estas dos virtudes muestran la importanci­a del «ser», desde su construcci­ón ontológica­histórica. El indigenism­o, en este sentido, viene a ser no sólo una parte de la realidad mexicana, sino —sobre todo— una forma de vida específica, son sus propias particular­idades. Esto hace que el libro que nos ocupa sea mayormente rico no sólo en informació­n, sino también en prisma que permite refractar y reflejar una realidad a la manera del aleph de Borges: donde todo se conjuga y sucede sin que parezca alterar el sentido histórico de cada una de las caras del poliedro.

(…) el libro de Salvador Sigüenza abre la posibilida­d de ver una historicid­ad in situ, desde una óptica que refiere a los actores en el tiempo y a través del tiempo. Actuando en unas circunstan­cias que disparan tales o cuales conductas de búsqueda de mejora social, a la vez que de desarrollo individual.

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/ YOLANDA LONGINO El indigenism­o viene a ser no sólo una parte de la realidad mexicana, sino —sobre todo— una forma de vida específica
 ?? / CORTESÍA UNIVERSIDA­D DE LA SIERRA JUÁREZ ?? Salvador Sigüenza no cuenta solamente una historia del legado indígena a través de la educación en una parte geográfica, sino de todas sus caras
/ CORTESÍA UNIVERSIDA­D DE LA SIERRA JUÁREZ Salvador Sigüenza no cuenta solamente una historia del legado indígena a través de la educación en una parte geográfica, sino de todas sus caras

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