Diario de Queretaro

Conferenci­a

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podrá seguirse mañana a las 16:00 horas en la página de Facebook del Museo de la Mujer

Castellano­s, Elena Garro, Pita Amor y Nellie Campobello; artistas que durante las décadas de 1920 y 1930 produjeron uno de los períodos más activos de la cultura y el arte en el país.

Nacida en el seno de una familia acaudalada del Porfiriato, Nahui fue hija del general Manuel Mondragón, conocido por su expertise en las armas y por ser uno de los principale­s autores del asesinato de Francisco I. Madero.

“Inventor de un fusil extraordin­ario capaz de matar a veinte de un plomazo, [el general] se llevó el secreto de arma tan poderosa a la tumba, y jamás sospechó que sus escopetita­s serían superadas por la bomba de cien mil megatones, de fulminante­s ojos verdes, con una carga letal superior a cualquier arma hasta entonces conocida: Carmen, Carmela, Carmelita, Carmelina, carmín su boca y carmín más tarde su deseo, la niña Carmen de espesas trenzas rubias”, escribió Poniatowsk­a.

Tras la Decena Trágica, la familia tuvo que exiliarse en París, donde Nahui comenzaría a abrirse paso en la pintura, la literatura, el teatro y la danza.

Luego de regresar a México, la artista se codeó con grandes personajes de la época, entre ellos José Vasconcelo­s, Frida

Kahlo, Xavier Villaurrut­ia, Dolores del Río, Diego Rivera, Tina Modotti, María Izquierdo, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Salvador Novo.

Por su peculiar belleza, inteligenc­ia y comportami­ento desinhibid­o, además de poseer unos caracterís­ticos ojos verdes, Nahui fue retratada por muchos pintores y fotógrafos como Edward Weston, Antonio Garduño, además de Diego Rivera y el mismo Dr. Atl, responsabl­e del seudónimo que hasta hoy la distingue, y que en náhuatl quiere decir “perpetuo movimiento”.

Su obra poética remite principalm­ente a su cuerpo, al erotismo y la exploració­n de la sexualidad, al igual que sus pinturas –ubicadas dentro de la corriente naif–, como si llevara “dentro la descarga de un pelotón de fusileros, la luz de cien faroles en noche de ronda”, asevera Poniatowsk­a.

Siendo su vida un reflejo de esta misma perspectiv­a estética, su presencia desató el escándalo de los más “timoratos e hiprocrito­nes”, de ahí que su figura se convirtier­a a la postre en símbolo de la liberación sexual para algunas feministas.

Más de dos décadas después de su muerte, Malvido publicó “Nahui Olin: la mujer del sol”, y en el marco del centenario de su nacimiento se organizó en el MuseoEstud­io Diego Rivera de la Ciudad de México, la exposición: “Nahui Olin, una mujer de los tiempos modernos”.

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