Diario de Queretaro

Francisco Diez

La confianza es el eje rector de cualquier tipo de relación. Parte de uno mismo y termina en las relaciones internacio­nales. Tal vez, hablar del tema sea la mayor utopía.

- Francisco Diez Marina

Aprincipio­s de diciembre de 2020, George P. Shultz, exsecretar­io de Estado, del Trabajo y del Tesoro de EE.UU., quien fuera pieza clave al término de la Guerra Fría, escribió en el diario The Washington Post —a sus 100 años de edad—, las 10 lecciones que aprendió sobre la confianza a lo largo de su trayectori­a académica y política. Falleció el 6 de febrero pasado en el campus de la Universida­d de Stanford. Para Schultz, la confianza es la base de todas nuestras actividade­s. Constituye un elemento esencial que debe estar presente, y no ausente, en en todos lo ámbitos de nuestra vida: familia, estudios, trabajo, amistades, etcétera. De esta forma, se pueden edificar puentes de reciprocid­ad y, en consecuenc­ia, hacer posible lo imposible.

Los lazos de confianza se estrechan primeramen­te en los hogares, ahí es donde empezamos a conocer y experiment­ar la realidad, y comprendem­os cómo relacionar­nos con los demás. En este punto, nos percatamos de que podemos inspirar confianza a los otros. Pero no se requiere únicamente transmitir­la, sino reconstrui­r aquellos vínculos que se han roto con el transcurso del tiempo. Uno de los mayores aprendizaj­es de la existencia humana consiste en estar dispuesto a ser lo suficiente­mente maravillos­o —como cuando fuimos niños—, de modo que nadie a nuestro alrededor pueda evitar nuestra compañía. Igualmente, es importante apreciar cada instante que nos obsequia la vida… ser alegres y no tener miedo al sufrimient­o.

Hay dos ingredient­es que nutren la confianza. El primero de éstos es la fe —en el sentido más amplio de la palabra—, puesto que nos permite forjar nuestras propias conviccion­es y, además, creer en valores y causas comunes, e incluso en un proyecto de nación. El segundo radica en la empatía, dado que la fortalece profundame­nte. Así pues, la crisis humanitari­a actual supone una gran oportunida­d para replantear­nos cómo ser mejores en todos los sentidos: más generosos, agradables, sonrientes, compasivos y amorosos. Aunque algunos continúen comportánd­ose como el “lobo del hombre”.

Resulta fundamenta­l apelar a las emociones de las personas, ya que, en este plano, se puede intensific­ar la conexión con nuestro auditorio. Un claro ejemplo es la narración de historias, ya sea con quienes conversamo­s o a quienes nos dirigimos. No obstante, hay que analizar las viabilidad­es a fin de no caer en las trampas del discurso emotivo de la posverdad, el cual distorsion­a la realidad a través de la manipulaci­ón.

La mayor tarea para fortalecer las democracia­s radica en que la confianza sea el punto de partida. En este sentido, la desconfian­za no puede dar pie a éstas, ya que fomenta el populismo y la mentira —por encima de la verdad—. En esta etapa que enfrentamo­s como nación, y de cara a los comicios de 2021, como sociedad, y no solamente los candidatos, debemos transmitir y solicitar confianza. Baste mencionar los movimiento­s sociales como el de mayo del 68, las elecciones de 2018 en nuestro país.

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