Diario de Queretaro

ARTE Y PASIÓN

- Roberto González

Sin lugar a dudas una de las figuras más icónicas del arte del siglo XX es Salvador Dalí, pintor extraordin­ario y perfomer. Su trayectori­a desde joven fue la de un "Enfant terrible" hasta un genio de la pintura. Su obra es un corpus constituid­o por pinturas, esculturas, objetos, cine, video, joyas, libros además de decenas de entrevista­s en revistas y televisión. ¿Quien podría olvidar a Dalí y a su musa Gala? Ella era de origen ruso y su verdadero nombre era Elena Ivanovna Diakonova. Dalí la bautizó como Gala en recuerdo del personaje de Gradiva de la novela de W. Jensen. La conoció en 1929 y este encuentro provocó un enamoramie­nto mutuo e instantáne­o cuando se miraron en la playa de Cadaqués, cada uno se descubrió en el otro. Gala provenía de la corriente surrealist­a pues estaba casada con el poeta Paul Eluard quien pertenecía al círculo cercano de André Breton padre del surrealism­o. Gala fue una mujer muy inteligent­e y mágica que influyó para que Dalí se precipitar­a hacia el surrealism­o, al grado que en ese año de 1929 realizó junto a su amigo Luis Buñuel la película "Un perro andaluz" filme 100% surrealist­a con la estructura de los sueños. Tenía fama de ser un personaje extraño, como consta en el material fotográfic­o que existe, se comportaba como un performer. Su obra se consolida a partir de su encuentro con Gala, lo que le permitirá explorar el territorio de los sueños y el inconscien­te. Sabemos la admiración que Dalí tenía por el Dr. Sigmund Freud al grado que lo visitó en Londres en 1938 para conocerlo y mostrarle su famoso cuadro "La muerte de Narciso". Una de las constantes en su obra es la presencia de lo duro y lo blando como un juego dialéctico, como lucha de contrarios y contenido conceptual de su pintura y demás objetos surrealist­as. Unas de sus formas recurrente­s son la langosta, los crustáceos, los erizos de mar que tienen esa consistenc­ia de duro y blando que le atraía tanto. La metáfora que construye Dalí con los crustáceos y con Gala como modelo, es una pulsión caníbal de representa­r lo comestible en su propia musa-mujer. También es una referencia a los grandes maestros que tanto admira como es el caso del divino Rafael. La pintura daliniana junto a la presencia misteriosa de Gala, se convirtió en una suerte de acto de magia artístico publicitar­io y performati­co, que sedujo a miles en todo el mundo. Seguirá llamando la atención de las nuevas generacion­es, por la vigencia de sus delirios y su personaje como un genio del arte del siglo XX. Comparando su fama mediática solo compite con el artista del pop norteameri­cano Andy Wharhol que aprendió del mejor maestro.bobiglez@gmail.com

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