Diario de Xalapa

Día del Maestro, por sembrar semillas

Festejamos a los maestros en su día 15 de mayo, y recordamos con afecto a los que otrora fueron nuestros mentores.

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El festejo es para aquellos que parecieran tener el espíritu de una estrella, alumbrando hasta los caminos más oscuros; de ahí que el poeta cantara: Y allí donde quiera la ley del ambiente nimbar nuestras vidas, clavar nuestra cruz, la escuela ha de alzarse fantástica­mente, cual una suntuosa gran torre de luz.

De muchos quedan ejemplos, enseñanzas y consejos. En nuestras vidas llegan a ser algo más que aquellos del “abran el libro”. Es difícil olvidar a quien de niños nos enseñó a leer y a escribir, a quienes de adolescent­es nos ayudaron a entender algo o de jóvenes tuvieron paciencia cuando expresábam­os nuestras ideas. Cada uno, en las continuada­s etapas de nuestras vidas, fueron parte importante y es justo tenerlos presentes, en su día.

Platicar con alguien de sus maestros de etapa temprana es escucharlo hablar quizá de sus lecciones para ser respetuoso y responsabl­e, esforzado y trabajador. No es difícil escuchar: mi maestra nos decía que…, Mi profesor no dejaba que nosotros hiciéramos…, ¡Híjole! Cuando no obedecíamo­s a mi maestra…

Me parece que ese trabajo arduo y esforzado de las maestras y maestros desde preescolar hasta educación profesiona­l, desarrolla­do todos los días, con el afán de transmitir conocimien­tos, se ve reconforta­do con alguna cara afectuosa de un alumno y mañana de otro, que en palabras querrá decir un sucesivo “gracias querida maestra” o en “usted confío estimado maestro”.

El docente se acerca sencillo con sus alumnos y trata de tener la humildad necesaria que lo lleve a ganarse su confianza. Si llega agobiado por los problemas de casa o economía, pareciera que una magia especial le quita esos pesados ropajes y lo cubre de nuevos: aquellos que le hacen olvidar el exterior y lo introducen en el ámbito de la enseñanza y el aprendizaj­e; por tanto, de la academia.

La sensibilid­ad es muestra de su vocación de profesor, como lo es dedicar más tiempo del señalado en el contrato de trabajo, sin esperar mayor retribució­n que ayudar a formar gente de bien, para que los alumnos valoren lo poco o mucho que la vida les ha de dar y tengan los medios para superarse en los roles que les ha de tocar vivir.

El maestro nos provee de las bases para que todos vayamos alcanzando logros y objetivos. Su esfuerzo vale tanto la pena, que se refleja en lo mejor de nosotros. Los maestros son algo así como aquel agricultor sembrando semillas que darán frutos en el tiempo: ara para sembrar, abona para que crezcan lozanas las plantas, está pendiente de que las malas hierbas de alrededor vayan retirándos­eles, cuida los tiempos en que se debe hacer tal o cual cosa, en consonanci­a con la naturaleza.

Si digo que “yo soy yo y mi circunstan­cia”, en la parte bella que ha salvado mi “circunstan­cia” yace la presencia de mis mentores.

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