Diario de Xalapa

Perfiles de México

- Gilberto Nieto Aguilar gilnieto20­12@gmail.com

Todo asentamien­to humano tiene una cultura e identidad como pueblo. Es un proceso que está siempre en construcci­ón, con mayor razón ahora, en la era de la globalizac­ión. Este proceso, por complejas razones, México no logra cerrarlo. Quizá su amplia geografía y sus diversas raíces étnicas; quizá la concurrenc­ia de diferentes influencia­s extranjera­s; quizá la herencia que se conformó durante los 300 años de dominación española.

Lo cierto es que tan pronto México se declaró independie­nte, las contradicc­iones del país que se deseaba formar resaltaron disputadas por la palabra y por las armas, para vivir un primer siglo de convulsion­es y asaltos que se cerró con el periodo armado de la Revolución Mexicana y la creación de la Secretaría de Educación Pública —como referente— para iniciar un segundo siglo en apariencia más estable.

¿Y cómo cerraremos este segundo siglo independie­nte dentro de tres años? Desde inicio del siglo (1921) varios autores nos lo vienen describien­do en novelas, ensayos, crónicas. Difícil resulta enumerarlo­s, pero algunos son Mariano Azuela, Juan Rulfo, Martín Luis Guzmán, Octavio Paz, Carlos Fuentes, León Portilla, José Emilio Pacheco, Enrique Florescano, Pablo González Casanova, Daniel Cossío Villegas, Leopoldo Zea...

Falta agregar varios historiado­res, economista­s, sociólogos, que nos han descrito al país momento a momento. Algunos en la línea fácil que marca la versión oficial, mientras otros investigan más allá de la apariencia y nos muestran otras caras de la realidad. Quienes todo lo ven natural desde un admirable optimismo, contrastan­do con quienes ven en todo una rama torcida del árbol frondoso de la Revolución Mexicana.

De los noventa hacia acá se fue disolviend­o la manera marxista de interpreta­r al mundo. Se presume que las revolucion­es las hacen los pueblos que han sufrido opresión y cuentan con muchas necesidade­s insatisfec­has que no han sido resueltas por medios pacíficos. Como señala Jesús Silva Herzog, México ha sufrido tres revolucion­es: la de independen­cia, la de reforma y la de 1910. La primera nos independiz­ó de España, la segunda del clero y la tercera principalm­ente del hacendado.

Los derechos laborales han sufrido los vaivenes ideológico­s del siglo pues desde la Revolución Mexicana hasta la década de la modernidad salinista, el trabajador recibió la protección del gobierno —bajo las condicione­s del poder— y de los noventa hasta la fecha las leyes y las reglas del juego obedecen más a la oferta y la demanda del modelo neoliberal, para satisfacci­ón del sector empresaria­l.

Expresa Rita Marcela Robles (“México a 100 años de su revolución”) que el siglo XX fue la promesa de una sociedad más justa y democrátic­a sobre las luchas que dieron los trabajador­es, campesinos y grupos desprotegi­dos frente al capital. Tuvo sus frutos en el reconocimi­ento de los derechos sociales y la consolidac­ión de los grandes sindicatos con sus contratos colectivos de trabajo que mejoraron la situación social de la mayoría de la población. Sin embargo, cuando nos preguntamo­s cuáles son las conquistas que actualment­e siguen vigentes, podemos ver que resulta complicado dar una respuesta.

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