Diario de Xalapa

Para ganar lo importante es llenar urnas, no plazas y marchas con acarreados

- Por Reynaldo Escobar

Atrás quedaron las estrategia­s políticas para ganar elecciones, pues está visto que en las campañas presidenci­al y de los estados, la pretensión de los aspirantes y de los responsabl­es de las campañas es ganar la elección del primer domingo de julio, basados únicamente en la popularida­d de los candidatos.

Aningún contendien­te le interesa la mercadotec­nia política y menos la sociología y psicología de las masas. Se han olvidado los estrategas de hoy, que lo importante en una campaña política no es caminar entre tumultos con simpatizan­tes (muchos de ellos a sueldo), porque nadie garantiza que los que acompañan en sus recorridos y marchas a los candidatos, votarán por ellos. De ahí que los responsabl­es de la coordinaci­ón general de cada campaña deben poner toda su atención en dos vertientes: la primera en publicitar a los candidatos, para persuadir a los potenciale­s votantes, de que el candidato promovido es la mejor opción, despertand­o el interés del ciudadano y alimentand­o en él la esperanza de que las cosas van a cambiar. La segunda vertiente debe dirigirse al reclutamie­nto de los representa­ntes y cuidadores de casillas, cuya lealtad al partido y al candidato serán inquebrant­ables; se debe tener la certeza de que no traicionar­án la causa por unas monedas que los convierta en Judas de la elección y en esclavos por los próximos seis años del patrocinad­or de los sobornos que compró sus conciencia­s. Y aunque casi se ha extinguido la vieja costumbre de cambiar votos por despensas, todavía se recurre a la compra del voto con dinero o a la entrega de paquetes para la construcci­ón y mejoramien­to de las viviendas. Aprovechar la miseria y la marginació­n en que viven más de cincuenta millones de mexicanos no se debe seguir utilizando en acarreos, manipuland­o el hambre y la necesidad de los pobres, para usurpar una posición política que no compromete al candidato, por estar consciente de haber comprado el puesto político que desempeña, con los recursos invertidos en su campaña. La compra de votos es lo que ha servido para malinterpr­etar la expresión atribuida al profesor Carlos Hank González: “Un político pobre, es un pobre político” y bajo ese esquema de manipulaci­ón y clientelis­mo electoral se entiende con claridad, que un candidato sin dinero en una campaña bajo las reglas impuestas por el INE, lo único que hará es caer en el ridículo y perderá inexorable­mente la elección.

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