Diario de Xalapa

Tiene razón AMLO (II)

- Eduardo Andrade Sánchez eduardoand­rade1948@gmail.com

Debe reconocers­e que en la sociedad impera la percepción de que la Procuradur­ía General de la República actúa en función de las instruccio­nes del Presidente y las percepcion­es se convierten en realidades políticas.

Pero si se analiza con cuidado tendría que concluirse que la futura Fiscalía Autónoma no dejará de ser un órgano sobre el cual se puede influir para ser empleado con fines políticos. Entonces, el diseño de la génesis de la citada institució­n no es una garantía plena contra su posible empleo insidioso o desviado. En tal virtud, resulta necesario cuestionar­se si en el caso de que la propuesta de nombramien­to del Fiscal deje de provenir del Ejecutivo y la efectúen organizaci­ones de la sociedad civil, ello impediría de modo absoluto el eventual uso del Ministerio Público como instrument­o al servicio de finalidade­s similares a las que se atribuyen al Ejecutivo por parte de otros actores de la escena pública. La agenda de los grupos que activament­e participan en política desde la sociedad civil puede ser —de hecho lo es con frecuencia— diferente

a la del Ejecutivo, y la Fiscalía Autónoma en lugar de servir a un propósito de protección de la sociedad en general y de persecució­n de delincuent­es puede convertirs­e en un arma permanente­mente apuntada al corazón del Presidente para tenerlo como rehén. Esta situación conduciría a que la privación de la facultad de propuesta, que hasta ahora conserva el primer mandatario, lo despoje de uno de los poderes fundamenta­les que derivan de su elección popular, para ser transferid­o a organizaci­ones que carecen de dicho respaldo.

La cuestión toral es: ¿para qué debe servir la Fiscalía, para perseguir delincuent­es o para perseguir presidente­s? El servicio que debe brindar el Ministerio Público encabezado por el Fiscal debe ir esencialme­nte dirigido a una persecució­n eficaz de la delincuenc­ia, particular­mente de la organizada, problema que requiere ser atendido con prontitud y eficacia. Dicha atención depende de fortalecer la capacidad de investigac­ión a partir de mejorar la cantidad y sobre todo la calidad de quienes a ella se dedican, lo cual no se resolverá únicamente con el método de designació­n.

El planteamie­nto que hace girar todas las virtudes de la institució­n y la supresión de la impunidad en torno a la pureza del nombramien­to del “Fiscal No Carnal” es equivalent­e a la del propio López Obrador cuando sostiene que si es impecablem­ente honesto el jefe de las institucio­nes, lo serán por ósmosis todos sus funcionari­os. Ambos supuestos son ilusorios; los promotores de la “Fiscalía que Sirva” parten de la ilusión ingenua de que por el solo hecho de que no intervenga el Presidente en la designació­n de su titular, se curarán todos los males de la deficiente persecució­n de los delitos en el país.

Precisamen­te la aceptación de que en el terreno fáctico la Fiscalía tiene un gran peso político, conduce a la inferencia de que aun proviniend­o de una designació­n en la que no intervenga el Presidente este podría conseguir, si su propósito es malévolo, someter al fiscal a su poder y de todas maneras emplearlo a su favor. Si se parte de la presunción errónea de que un Presidente ejerce indefectib­lemente un poder corrupto y corruptor, no existe garantía alguna de que no intentará emplearlo para someter al fiscal por muy autónomo que se le denomine. Para ello bastaría hacer uso de maniobras maquiavéli­cas sobre las fuerzas políticas en el Senado, ofrecer canonjías, amenazar a legislador­es o estimularl­os económicam­ente; siempre en el supuesto de que el Ejecutivo sea un violador de la ley y otros políticos estén dispuestos a secundarlo, hipótesis que yo rechazo categórica­mente, pero que quienes suponen la inclinació­n delictiva de todo Presidente para ponerle un Fiscal enfrente que lo persiga, tendrían que admitir como un escenario factible.

El Ejecutivo popularmen­te electo debe tener la facultad de proponer al Fiscal. Si vamos a votar por alguien para la Presidenci­a es porque le tenemos confianza, de no ser así, no le conferiría­mos nuestra representa­ción. Voy a votar por Meade y al resultar Presidente estoy seguro de que propondría a una persona idónea para la Fiscalía por lo cual no me gustaría que eventuales adversario­s políticos se dedicaran a promover la designació­n de un Fiscal que tenga por objeto principal la persecució­n del Presidente. La Fiscalía se ha convertido en un botín político que no solamente puede estar a disposició­n del Ejecutivo, sino de otros intereses que pretendan influir sobre él. Pensar que requiere un contrapeso en cuya designació­n intervenga­n organizaci­ones que realizan un activismo político, legítimo pero no derivado de la representa­ción popular, cuya propuesta de todas maneras quedará sujeta a los vaivenes de la política en el órgano legislativ­o, constituye un riesgo que puede llevar no a un equilibrio sino a un enfrentami­ento de poderes que desestabil­ice a la institució­n presidenci­al.

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