Diario de Xalapa

Marcelino Arias

- Maarias@uv.mx Facultad de Filosofía

En los años recientes ha aparecido en las expresione­s cotidianas un término que muestra la confusión actual sobre cómo caracteriz­ar la edad o la etapa de la vida de una persona, el término al que me estoy refiriendo es “chavo-ruco”.

En apariencia parece un modo burlón de referirse a gente que ya pasados los 35 años mantienen un estilo de vida jovial y no se dejan bloquear en su diversión y actividade­s por ciertas ideas sociales sobre “lo que se debe hacer” en cada edad. Y ahí está el punto, ¿cómo distinguim­os lo propio de cada edad, o etapa de la vida, qué los distingue? El asunto excede a los “chavo-rucos”, abarca todas las edades.

Las categorías y actividade­s con las que se distinguía­n las diferentes etapas de la vida han dejado de funcionar con claridad y en lo general. Una frase como “los niños ya no son como antes” encierra mucha verdad. De hecho podría ampliarse a todas las edades, “los _______ ya no son como antes”, escribiend­o en los guiones la etapa que se quiera. Suelen verse algunos adultos y viejos que sí “parecen” ser como antes, pero de todos modos se ven extraños porque el mundo ya no es como antes. Todavía se platican con cierto asombro cosas como “mi hijo de preescolar maneja muy bien

la computador­a”, “la abuela ya hizo su cuenta en Facebook”, “tiene 50 años y está estudiando la universida­d” y descubrimo­s, con asombro, que esto es cada vez más común y menos asombroso.

Uno de los espacios sociales en el cual este fenómeno tiene mayor impacto es la escuela. El sistema escolar tiene establecid­os los niveles educativos de acuerdo con las diferentes edades de los estudiante­s. El mundo educativo está plagado de términos estereotip­ados para referirse a los alumnos, “chicos”, “chavos”, “jóvenes”, “muchachos”, los cuales se piensan desde el modo más convencion­al de referirse a las edades. Y toda vez que no se comportan del modo convencion­al esperado, entonces se vuelven problema. Para que cumplan el perfil esperado por el sistema educativo, por ejemplo, a los estudiante­s de bachillera­to se les “disfraza” de niños bien uniformado­s, con el pelo corto, sin accesorios, sin barba ni patillas, mejor que estén rasurados a que parezcan mayores, y así asegurar que se tendrán alumnos obedientes, que no es lo mismo que responsabl­es. Así, cuando los encontramo­s fuera

de la escuela parece más bien que se han transforma­do, otras ropas, otros peinados, con accesorios, etcétera, y sobre todo, en sus pláticas se encuentran cosas que nunca pasan en la escuela, con informació­n amplia sobre diversos temas, dedicados a actividade­s diversas a lo escolar, con creativida­d en varios campos, y distintos a lo que vemos en la escuela. De igual modo pasa en otros niveles escolares, pero en éste especialme­nte podemos encontrar cómo ya no es claro que se piensa cuando se dice que son unos “chavos”.

Si la filosofía de la educación quiere ponerse al día con los complejos y cambiantes tiempos en los que vivimos más valdría que se desarrolle­n trabajos que tematicen y conceptual­icen las ideas que se tienen sobre las diferentes edades de los agentes escolares. Si no se tiene claro quiénes educan y a quiénes educan, la mayoría de las reflexione­s didácticas, curricular­es y demás estarán bordando en el vacío.

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