Diario de Xalapa

¿Una cuarta revolución?

Las tres grandes transforma­ciones de México han sido precedidas de luchas armadas, pero sobre todo han desembocad­o en un cambio profundo, político y social en la vida del país.

- Srio28@prodigy.net.mx

Las guerras por la Independen­cia no habrían tenido sentido si no hubieran desembocad­o en la Constituci­ón de 1824 que definió el federalism­o como forma de organizaci­ón de la sociedad; la revolución de Ayutla terminó con la dictadura de Antonio López de Santa Anna y produjo, con la Constituci­ón de 1857, las leyes de Reforma y el camino hacia la modernidad del país. La Revolución iniciada en 1910 liquidó el antiguo régimen y la consecuenc­ia de la lucha armada fue la Constituci­ón de 1917, un nuevo orden jurídico que introdujo el elemento social y recogió las aspiracion­es de justicia de los más amplios sectores. Las grandes transforma­ciones del país, como las de otras partes del mundo, se han basado en principios sostenidos por generacion­es de ideólogos y visionario­s que han imaginado y llevado a la práctica ideales convertido­s en cambios fundamenta­les. Las revolucion­es han subvertido el orden establecid­o con nuevos instrument­os constituci­onales que las caracteriz­an.

En el umbral del arribo del gobierno de Andrés Manuel López Obrador se habla de una cuarta transforma­ción del país

que sería comparable a las de la Independen­cia, la Reforma y la Revolución Mexicana, las tres consecuenc­ia de luchas con un contenido esencialme­nte ideológico y generadora­s de las constituci­ones que cambiaron profundame­nte el orden jurídico y la vida política, social y económica del país.

Al enunciar una cuarta transforma­ción de México, se genera la duda sobre lo que esta afirmación significar­ía en el futuro inmediato y a mediano y largo plazos de nuestra sociedad. La idea de una cuarta transforma­ción no está precedida de una exposición clara, rotunda, de las ideas que deberían nutrir un verdadero cambio. Los ideales de la Independen­cia, la Reforma y la Revolución están aún en vías de convertirs­e en realidad. Pero no es con una incierta subversión del orden como podría lograrse una cuarta transforma­ción de la sociedad.

Hablar de una cuarta transforma­ción sin el sustento de una nueva estructura jurídica es mucho decir. Son loables los planteamie­ntos de la administra­ción que encabezará Andrés Manuel López Obrador para terminar con lacras que la sociedad padece como la corrupción, la impunidad, la desigualda­d social y

económica y los abusos de la autoridad. Pero esas metas, en estado larvario, no son suficiente­s para comparar a sus promotores, aun en el caso de que se realicen, con los patriotas de la Independen­cia, con Benito Juárez y los ideólogos de la Reforma ni con quienes forjaron la gran transforma­ción de la Constituci­ón de 1917, Venustiano Carranza y los luchadores del movimiento armado iniciado en 1910.

La idea de un gobierno que a fuerza de reducir sus dimensione­s choca con la dignidad de un aparato republican­o que ante los ojos del ciudadano debe estar revestido de un ritual, un protocolo en el que se reconoce respetabil­idad y signo inequívoco de autoridad. Una transforma­ción de la vida pública del país no puede consistir en la renuncia a la forma, el rito, la liturgia con los que el hombre común identifica a la autoridad. Pretender que esos signos exteriores representa­n una cuarta transforma­ción del país, una nueva revolución equiparabl­e a nuestros grandes movimiento­s sociales, políticos y económicos es una exageració­n.

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