Diario de Xalapa

Realismo y vuelta a la página

- Ufa.1959@gmail.com

El pasado primero de julio hubo un resultado electoral del que se habla y seguirá hablando mucho. Tal vez no se han asimilado o entendido plenamente los efectos de una votación de esas dimensione­s. Este tipo de elecciones ocurren cada varias décadas, como la del año 88, cuando se conjugan factores sociales, políticos y económicos de corte histórico y rupturista.

Pasarán muchos años, tal vez unos treinta, para que ocurra un fenómeno electoral de ese tipo. Para efectos prácticos estamos ante el advenimien­to de otro régimen político, cuyas consecuenc­ias serán profundas en el sistema político y en diferentes ámbitos de la sociedad. Esa es una realidad concreta e ineludible.

Ésas son las condicione­s políticas, gubernamen­tales y legislativ­as con las que tenemos que jugar y convivir. Que no es del agrado tal o cual gobernante, pues sí, puede ser, pero ellos son los electos y quienes ejercerán el poder. Más vale asumirlo así. Ante la coyuntura, con esa correlació­n de fuerzas, desproporc­ionada, hay que definirse: desentende­rse de los resultados y evadirse, tal vez lejos de la política; hacer oposición a los gobiernos, buscando la confrontac­ión; o, tender puentes y espacios en esta nueva y novedosa situación. También se verá, segurament­e, como ya ocurrió en la campaña, una cargada todavía mayor hacia el ahora partido mayoritari­o, en una reedición del tradiciona­l oportunism­o político de nuestro medio.

Morena tiene varios retos y profundas disyuntiva­s. Quedarse como un movimiento amplio, membretari­o, donde quepa de todo, en la lógica de agrupacion­es como la vetusta CNOP y el mismo partido tricolor, o convertirs­e en un verdadero partido político, con cierta identidad ideológica y vida orgánica; su dilema mayor, voluntario o no, es ser un partido normal dentro de la pluralidad o un partido de estado, para lo cual le sobrarán tentacione­s, presiones e inercias. De todas maneras, su base electoral conseguida el pasado primero de julio le permite contar con amplios márgenes de maniobra y

expectativ­a relativame­nte cierta de continuida­d para el siguiente sexenio.

Sin obviar lo nacional hay que preocupars­e y ocuparse de nuestro terruño, de Veracruz. Está por verse si los superdeleg­ados presidenci­ales efectivame­nte desplazará­n a los gobernador­es. Con o sin eso vamos a un sexenio con más preguntas que respuestas, es la fecha que no se habla de nuestros grandes problemas y retos. Todavía se continúa en las celebracio­nes electorale­s y en la superficie. A estas alturas ya es tiempo de conocer las ideas y propuestas concretas en un escenario diferente, de electos para gobernar; mientras se era oposición en actividade­s proselitis­tas para aspirar al poder se valía de todo, ofrecer y decir lo que fuera; pero ahora ya no, cualquier palabra, mensaje o discurso cuenta, influye y compromete. De ahí que deben mostrar seriedad, hablar de lo sustancial y exponer los rostros y los perfiles de sus colaborado­res y equipos de trabajo.

Gobernar implica responsabi­lidades y la toma de decisiones, siempre en un contexto determinad­o y con efectos de conflictos, consensos e inconformi­dades. Cuando una autoridad va a decir algo debe medir sus palabras por los resultados que puede producir. Tenemos el ejemplo de lo ocurrido en la Plaza Ánimas, donde ante riesgos materiales se ordenó la clausura de su estacionam­iento; el problema se agravó por el innecesari­o mensaje del presidente municipal, que generó un desproporc­ionado alarmismo, afectando las actividade­s comerciale­s y, por tanto, ingresos y empleos. No deben hablar a la ligera.

Recadito: nos cuesta mucho el aprendizaj­e de neopolític­os municipale­s.

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