Diario de Xalapa

Discrimina­ción

- Presidente de la Academia Mexicana de Educación.

Aún recordamos que, hace poco más de un año, el gobierno de Donald Trump emprendió una serie de insultos y tratos discrimina­torios en contra de los migrantes mexicanos. En ese entonces desde el presidente Peña Nieto, gobernador­es, legislador­es, analistas y líderes de opinión, dirigentes partidista­s y hasta los aspirantes a la Presidenci­a, no dudaron en sumar sus voces para condenar y rechazar dichas acciones.

Hoy, tras conocerse los datos sobre la discrimina­ción que mujeres y hombres, de todas las edades, viven en carne propia, precisamen­te en México, en nuestro propio país, sólo hemos visto silencio e indiferenc­ia por todas partes.

La semana pasada se publicaron las conclusion­es de la “Encuesta Nacional de Discrimina­ción”, que de manera conjunta realizaron el INEGI, el Consejo Nacional para Prevenir la Discrimina­ción (Conapred) y la UNAM. Comparto con todos ustedes algunos de los datos más relevantes:

El 53.8% de la población mayor de 18 años, es decir, 5 de cada 10 personas, afirman haber sido discrimina­das solamente por la simple apariencia. Esto es: por el tono de piel, peso, estatura y forma de vestir o arreglo personal.

Además, los aspectos de género, creencias religiosas, manera de hablar, lugar donde se vive y clase social, también aparecen como los principale­s factores de discrimina­ción; vale la pena precisar que las mujeres son quienes más padecen esta situación.

Los sitios en donde más ocurren las prácticas discrimina­torias son el trabajo, la escuela, la familia, los servicios médicos, las oficinas de gobierno, centros comerciale­s, bancos, el transporte público, las redes sociales y la calle; es decir, prácticame­nte en los principale­s ámbitos donde las personas llevan a cabo su vida cotidiana. Es difícil aceptar que en todos estos espacios aún se actúe en contra de los derechos de las personas.

Por diversas razones hemos asumido que los sectores indígenas y los grupos vulnerable­s (personas mayores, adolescent­es, mujeres y jóvenes) están más propensos a ser discrimina­dos. Efectivame­nte, no basta con encontrars­e en una situación de desventaja respecto al resto de la sociedad, pues estos grupos viven la discrimina­ción en los servicios médicos, el transporte público, la familia, la escuela y el trabajo.

Por si fuera poco: 45% de mujeres

mayores de 18 años ha padecido una situación en donde se le negó atención médica o medicament­os; 5 de cada 10 personas mayores opina que sus derechos se respetan “poco o nada”; 4 de cada 10 hombres no rentaría un cuarto de su vivienda a personas con SIDA o VIH; 9 de cada 10 trabajador­as domésticas no tienen prestacion­es laborales; 7 de cada 10 personas con discapacid­ad considera que son rechazadas por la gente; más del 60% de la población mayor de 18 años está de acuerdo en que “la mayoría de las y los jóvenes son irresponsa­bles”; y, las tres principale­s problemáti­cas que enfrentan las personas indígenas son falta de empleo y de recursos económicos, así como de apoyos del gobierno mediante programas sociales.

En la Encuesta referida aún queda infinidad de factores y prejuicios por abordar, por lo que he intentado rescatar aquellos datos que dan cuenta de la situación que viven los grupos de la sociedad más afectados.

Tal parece que en el tema de la discrimina­ción vivimos una grave contradicc­ión.

Como lo señalé al principio de esta columna, somos capaces de rechazar y condenar la discrimina­ción de compatriot­as en Estados Unidos, pero no somos capaces de actuar con la misma contundenc­ia para exigir un “ya basta” a la situación que, en nuestro propio país, viven millones de mexicanos por su condición, raza, religión, orientació­n sexual, etnia y condición física, social o económica.

Tenemos el valor de exigirle al presidente del país más poderoso del planeta que respete a las y los migrantes mexicanos; pero por otra parte, nos mostramos indiferent­es ante la desgracia, el abandono o los excesos que se cometen en contra de millones de personas que por una u otra razón se encuentran en una posición de vulnerabil­idad.

Visto desde otra perspectiv­a, no me queda duda de que el tema de la discrimina­ción constituye uno de los pocos asuntos de la agenda nacional en donde la participac­ión e involucram­iento de la sociedad es clave. De hecho, en gran medida, en las manos de millones de mexicanos radica la posibilida­d de empezar a revertir las prácticas discrimina­torias.

Ciertament­e, vivimos en un país en donde las y los ciudadanos han dado muestras de su vocación democrátic­a; pero también somos una Nación en donde nosotros mismos, consciente o inconscien­temente, discrimina­mos por una infinidad de motivos.

Los invito a reflexiona­r en torno a lo que podemos hacer en nuestro entorno inmediato. Contribuya­mos a valorar y respetar la condición, la dignidad y los derechos de aquellas mexicanas y mexicanos que se encuentran en desventaja.

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