Diario de Xalapa

K2 antes del final

Columna de colección 15 Aniversari­o. (I de II partes)

- JOSÉ RAMÓN FLORES

Crónica de la trágica muerte del alpinista mexicano Adrián Benítez Morales, ocurrida en el K2 la montaña asesina. Aderezada con un poco de ficción del columnista y comentario­s del Dr. Ricardo Torres Nava.

Cordillera del Karakoram en Paquistán, agosto 13 de 1992.

…Adrián fue levantado por una feroz y violenta ráfaga de viento. Su piolet salió despedido, golpeando en el pecho a Ricardo. El K2, de 8 mil 610 metros de altura.

la segunda montaña más alta del planeta, no sólo es complicada de escalar, descender de ella también es un suplicio. Su forma geométrica que semeja una pirámide convierten sus brutales avalanchas en una macabra bomba de tiempo para los alpinistas.

Cuando Ricardo recuerda aquel trágico momento, su tono de voz y su mirada cambian. El Karakoram le cambio la manera de ver la vida. Asegura que Adrián antes de precipitar­se al vacío, el viento lo levanto de la superficie blanca y congelada, 10 metros de altura, luego fue arrojado al precipicio con una brutalidad inhumana, como si se tratara de un muñeco de trapo. Todo estaba consumado. Adrián llego al K2 con una tremenda depresión que prácticame­nte le costó la vida, el mote de montaña asesina se lo ha ganado a pulso. Tan sólo en 1986 cobró la vida de 13 alpinistas que intentaron escalarlo.

Aturdido y aterroriza­do Ricardo le llevo más de una hora recorrer los 20 metros para salir de la canaleta. Debía llegar al campamento III, para avisar por radio de la muerte de su compañero. En su mente aparecía Adrián volando hacia la muerte —hijo único— pensaba cómo le avisarían de su muerte a su mamá en México. Ricardo ya había visto a la muerte en el Everest, Phu Dorge uno de sus sherpas en 1989, y a quien le había cedido —al llegar a la cumbre— el honor de pisarla primero. Murió en el descenso Adrián enítez, era tal su amor por las montañas que siempre había expresado su deseo de morir en una de ellas. El dolor sentimenta­l que cargaba en su interior quizás solo pudo ser aliviado por el K2. Adrián Benítez Morales, biólogo de profesión, fue uno de los mejores escaladore­s mexicanos de aquellos años. Una persona culta, Ricardo manifiesta que Adrián no mostraba su natural entusiasmo y buen humor en aquella expedición mexicana, denominada Tepehua. El K2 lo escuchó, convirtién­dose prácticame­nte en un instrument­o divino para hacer realidad su deseo. Héctor Ponce de León fue tanto su pesar ante la desaparici­ón física de su amigo de aventuras, que tuvo que recurrir a terapia psicológic­a para superar el profundo dolor.

Una reflexión obligada es tratar de entender qué es lo que impulsa al hombre a sufrir hasta los límites humanos por conquistar una montaña. ¿La cumbre es un triunfo físico o una victoria espiritual? Es una reflexión que me encantaría conocer de los lectores de esta columna.

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