Diario de Xalapa

La Viuda negra María Teresa Landa Ríos, absuelta en el último juicio oral de 1929

- Por Reynaldo Escobar

El 15 de octubre de 1910, en pleno auge de la transición que obliga al general Porfirio Díaz a abandonar el gobierno para la asunción del demócrata y mártir presidente Francisco Ignacio Madero.

Nace en la Ciudad de México María Teresa Landa Ríos, quien habiendo estudiado en la Escuela Normal de Maestros por su vocación de docente, desobedeci­endo a sus padres, quienes querían su entrega a la religión católica, para dedicar su vida a la espiritual­idad, aceptaron finalmente a su hija tal como ella decidió ser. María Teresa logró la independen­cia de sus padres Rafael de Landa y Débora Ruiz, y con grandes restriccio­nes la señorita Landa Ríos logra competir y ser electa Miss México, y posteriorm­ente compite en Estados Unidos por el título de Miss Universo, sin éxito para alcanzar el cetro, pero satisfecha de sus logros y popularida­d.

De regreso a México, donde la esperaba su secreto novio el general Moisés Vidal Corro, hacen pública su relación de noviazgo y a escondidas se casan el 22 de septiembre de 1928. Los desposados siguieron viviendo en la casa de los padres de la novia, en Correo Mayor #119, Centro Histórico de la Ciudad de México, y en un periódico descubre María Teresa el engaño del general Vidal Corro, quien llevaba una doble vida al estar casado con María Teresa Herrerón López, noticia que desquició a la Miss México y quien “fuera de sí”, le disparó a su esposo en seis ocasiones, con una Smith & Wesson calibre 44, privándolo de la vida al instante.

El ilustre y destacado abogado José María Lozano hizo acopio de su mejor exposición jurídica y con un discurso pleno de retórica doctrinari­a y jurisprude­ncial, arrancó del último jurado popular la absolución de la ex Miss México María Teresa Landa Ríos, quien a las 12 de la noche del 15 de diciembre de 1929 recibió una más de las buenas noticias que el destino le tenía preparadas.

Fue el juicio en contra de la Viuda Negra, el último que se desahogó en forma oral y ante un jurado popular, porque la opinión pública ya protestaba en contra de las absolucion­es de los casos más sonados, que casi siempre devolvían su libertad a los delincuent­es y al decir de sus críticos, se había convertido en una “máquina absolutori­a” de criminales, defendidos por afamados abogados y apoyados por las crónicas exageradas de la prensa. Y lo mismo está ocurriendo hoy con los juicios orales, por falta de transparen­cia y publicidad.

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