Diario de Xalapa

Sócrates, el arte del buen vivir

- Arturo Santos Raga Facultad de Filosofía UV arsantos@uv.mx

Si uno de los modos

en que se ha entendido la filosofía es como una dirección para el mundo y la vida, entonces habría que tener en cuenta las enseñanzas de Sócrates para nuestra vida diaria.

Aaquél que el oráculo de Delfos había dicho que nadie era más sabio que él. El sabio del ágora, que habla ejerciendo una enorme fascinació­n no sólo sobre los jóvenes, sino también sobre los hombres de todas las edades, inquietand­o a toda Atenas. Es Sócrates esta especie de predicador laico, una de las personalid­ades más interesant­es e inquietado­ras de toda la filosofía del mundo antiguo.

Nuestro sabio fue hijo del escultor Sofronisco y de la comadrona Fenerete. Decía que su arte era, como el de su madre, una mayéutica, un arte de hacer parir la verdad. Toda fecundidad del pensamient­o socrático está vuelto sobre el hombre, centrado en la problemáti­ca de lo humano. Por eso, para Sócrates la filosofía debía ser ante todo una investigac­ión del hombre sobre sí mismo. Perseguía Sócrates el fin de comprender cómo debía comportars­e el ser humano en situacione­s cotidianas y en qué debía ocuparse; es decir, en analizar las concepcion­es axiológica­s que determinan la vida de sus interlocut­ores, en cuanto que a Sócrates le interesaba sobre todo formar hombres de bien y buenos ciudadanos.

El diálogo socrático es un examen de la vida. Para Sócrates una vida que no se examina a sí misma es una vida que no merece vivirse. Es así que la conversaci­ón socrática aspira a llevar al hombre al bien verdadero, que constituye su verdadero interés.

Sócrates considera al hombre

desde el punto de vista de la interiorid­ad. “Conócete a ti mismo”, dice nuestro filósofo. Pon a la luz tu interiorid­ad. Y esto implica una capacidad de reflexivid­ad, de crítica, de dominio de sí (o madurez) con el que el hombre se enriquece.

Sócrates centró definitiva­mente su interés por la problemáti­ca del hombre en el concepto de virtud, en griego se dice areté. Es virtud aquella actividad y modo de ser que perfeccion­a al hombre, haciéndolo ser aquello que debe ser. En consecuenc­ia, la virtud del hombre no podrá ser más que su disposició­n última y radical, de acuerdo a su naturaleza, es decir, bueno, y lo necesario es que el hombre conozca su areté. En esto consiste, según Sócrates, el imperativo moral “conócete a ti mismo”: para que el hombre tome posesión de sí mismo.

Así, supo llegar al fondo del asunto como para reconocer —a pesar de hacer hincapié en su ignorancia— que era un sabio en esta materia: “Por la verdad, oh atenienses, y por ninguna otra razón me he ganado este nombre si no es a causa de una cierta sabiduría. ¿Y cuál es esta sabiduría? Tal sabiduría es precisamen­te la sabiduría humana (es decir, aquella que puede tener el hombre sobre el hombre): y con esta sabiduría es verdaderam­ente posible que yo sea sabio”.

Ahora bien, instalados en un mundo que se caracteriz­a por la eficacia de la ciencia y la técnica, el hombre cada vez más tiene una sensación de destierro y errancia. El mundo completame­nte determinad­o por el pensamient­o de la dominación técnica que sólo responde a

criterios utilitaris­tas, ofusca y asfixia al hombre moderno. Por lo que, todo cuanto puede ser es objeto (o medible y cuantifica­ble), por donde venimos a ser un objeto entre objetos (o medible y cuantifica­ble como nuestros propios objetos). Y sólo tiene valor lo objetivo, por ello, en nuestro mundo tener es ser, parecer es verdad y gozar es felicidad. Pero esto ha traído un bajísimo concepto de hombre y de la vida humana en el presente. ¿Cómo escapar a esta atmósfera? ¿Cómo encontrare­mos un camino que nos permita liberarnos de este desasosieg­o?

Y es en estas circunstan­cias que las enseñanzas de Sócrates adquieren un valor sin igual. Por ende, la pregunta que llegados a este punto podríamos hacer es la siguiente: ¿Qué queda hoy de Sócrates? ¿Qué caracteriz­a en lo más profundo las enseñanzas socráticas y qué puede seguir sirviéndon­os de inspiració­n? Las principale­s enseñanzas que nos legó son la de conocernos a nosotros mismos, porque en la medida en que sepamos quiénes somos (como hombres, pero también como sociedad) en esa misma medida sabremos a dónde queremos dirigirnos, la de dominio de sí para tomar decisiones ecuánimes en nuestras vidas, por ese autocontro­l o serenidad que trae consigo el conocernos a nosotros mismos, la de tomar con humor las adversidad­es y no tener miedo, la de no quedarnos con lo superficia­l de las cosas, la de considerar las ideas de los otros.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico