Diario de Xalapa

La belleza de la música

- SERGIO PÉREZ PORTILLA

Decía atinadamen­te Benedicto XVI que “la música es expresión del espíritu, de un lugar interior de la persona, creado para todo lo que es verdadero, bueno y bello”, y no podemos más que consentir tal afirmación. Hay obras que competen a la dimensión material del ser humano, por el mero hecho de existir en este mundo hay una forma de ser y de manifestar­se. Pero hay obras que competen a la dimensión espiritual del ser humano. El arte es sobre todo una expresión del espíritu de todo hombre y de toda mujer.

Al ser expresión, liberación según la etimología de esta palabra, es que encontramo­s una cualidad inherente al arte: la belleza, la idoneidad. Porque toda liberación es buena, es bella, es idónea. Y una de las formas de expresión artística que más unen a las personas es la música. De aquí que la música sea arte y tenga una belleza implícita, por poner de manifiesto, sensibleme­nte, el espíritu humano.

Y si vamos más allá, veremos que no solamente es liberación del espíritu que la hace, que la crea, que la expresa, sino que tiene también una cualidad de liberación del otro. La música puede tocar el interior del corazón humano, inalcanzab­le para la ciencia experiment­al, pero accesible para el arte que, sintonizan­do un corazón con el otro, el del creadoreje­cutante y el del receptor ayuda entonces a liberar ambos.

No sabemos, probableme­nte la música y el ser humano no nacieron a la par. Quizá ella lo hizo después, cuando él, habiéndose ubicado en su historia, sintió una necesidad de ubicarse en su trascenden­cia. Ahí nació la necesidad de permanecer en la eternidad, de eternizars­e en lo permanente. O quizá la música existía antes del ser humano, cuando el viento acariciaba las hojas de los árboles, cuando las olas del mar rompían en las piedras, cuando los pequeñísim­os insectos, en sus sinfonías nocturnas, buscaban a sus iguales, o cuando las aves susurraban secretos a las nubes. Todo eso es también un tipo de arte, de música. Sin embargo, la música que nace del corazón humano es diferente, es única. La música de la naturaleza concierne al canto del Creador y de la creación que le sucede. Pero aquella que nace del corazón humano no es solamente concernien­te al Creador, sino aquél a quien el creador ama por sí mismo.

El hombre hace arte, pero el arte construye al hombre, lo dignifica, le recuerda que no todo se pervierte, que no todo caduca, que no todo es aquí y ahora. Y la música es arte, arte de amor, de alegría, de tristeza, de paz. La música, indudablem­ente, es bella.

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