El infierno blanco

“Estábamos cerca de la cumbre del Pico de Orizaba en la parte más inclinada del cono del volcán, los suizos subían 50 metros arriba. Los había encontrado en el albergue de Piedra Grande el día anterior.

Cruzamos algunas palabras venían de Suiza y eran hermanos, y no conocían la montaña. Por la madrugada de aquel fatídico día cada quien salió por su lado. A las 10 de la mañana casi los alcancé. Conforme me aproximaba a ellos, me pude dar cuenta de que su forma de escalar no era la correcta. No estaban cortando la pronunciada pendiente como se debía hacer, avanzando de manera diagonal, en zigzag”. En alta montaña las zonas de glaciar con mucha pendiente y nieve cristalizada así se debe realizar el recorrido por seguridad.

“Todo sucedió en fragmentos de segundo, un zumbido del crampón al resbalar de forma violenta, el cuerpo del fornido alpinista flotando en el aire como si fuera un pájaro humano casi colisionó conmigo al ir cayendo. Alcancé a escuchar un grito ahogado, el otro alpinista gritaba —presa del pánico— fuera de control. No fue fácil calmarlo. Comencé a bajar sin saber dónde buscar, entonces me comencé a guiar por rastros de sangre y piel que había en la nieve, cada 30 metros de distancia, donde había ido impactando en esta jungla blanca.