Diario de Xalapa

¿Hijos de Dios?

Dios no es, por naturaleza, padre del hombre, sino su creador

- SERGIO PÉREZ PORTILLA

El hombre no es, por naturaleza, hijo de Dios. La distancia entre Dios y el hombre no deja de ser, per se, la misma que hay entre criatura y Creador. Es una distancia más grande que la que existe entre nuestro sistema solar y otro sistema a millones de años luz. Dios no es, por naturaleza, padre del hombre, sino su creador.

Sin embargo, algo hay que hace al hombre diferente a toda la demás creación. En el libro del Génesis, en el primer capítulo, vemos cómo Dios crea todo lo que existe y ve que es “bueno”, pero al final de la creación, como la coronación de la misma, lo último que crea Dios es al hombre y a la mujer, y vio que era “muy bueno”. El hombre es un ser creado con una particular­idad: es un fin en sí mismo.

Lo anterior lo sabemos no por reflexione­s o pretension­es, sino porque Dios mismo nos lo ha hecho saber, nos ha dicho que somos especiales: entregó a su Hijo único para salvarnos a nosotros. Sí, en el Credo lo decimos: creo en Jesucristo, Hijo único de Dios. Sí, Jesús, segunda persona de la Trinidad, Él sí es, por naturaleza, Hijo de Dios, y nosotros no. Pero a través de lo que Dios mismo en Jesucristo nos ha revelado es justamente que sabemos que hemos sido elegidos para recibir, como hijos naturales, la herencia del Padre: la vida eterna. La recibimos gracias al sacrificio de Jesús, a su obediencia, a su Resurrecci­ón.

Efectivame­nte, Jesús se ha hecho como nosotros para acercarnos al Padre; el hijo de Dios se ha hecho hijo de hombre, para que los hijos de los hombres podamos ser hijos de Dios. ¡Y realmente lo somos! No lo éramos, nuestra naturaleza es muy lejana y distinta a la naturaleza de Dios, pero él nos ha adoptado, nos ha regalado la herencia que únicamente los hijos pueden gozar. No somos hijos de Dios por la naturaleza, sino por la Gracia.

Ser hijos de Dios no es un reconocimi­ento a nuestra excelente trayectori­a humana, sino que es consecuenc­ia de ser amados sin medida por quien ha creado todo, el mismo que nos ha creado no por casualidad, sino con toda una finalidad: que gocemos de su presencia en la eternidad. Sí: Dios, al crearnos, ya sabía que nos invitaría a formar parte de su familia, de su divinidad. Dios, al crearnos, ya había soñado con hacernos sus hijos. Y hoy nosotros podemos cumplir el sueño de Dios, el aceptarlo como padre nuestro.

Hoy celebramos el bautismo de Jesús, y no está de más poner nuestro bautismo en perspectiv­a. Eso sí, debemos tener mucho cuidado con no confundir el bautismo con el que fue bautizado nuestro Señor, con el bautismo con el que somos bautizados nosotros. A Jesús lo bautizó Juan con agua, pero nosotros somos bautizados con el Espíritu Santo. El agua no santifica, el Espíritu sí. El agua es un símbolo, el Espíritu una persona. Y aunque la gracia que recibimos por el bautismo no cambia nuestra naturaleza, sí la perfeccion­a, la eleva a tal punto que podemos con total poder decir: sí, soy hijo de Dios. Soy hijo de Dios por la gracia, por su misericord­ia. Dios es mi padre.

El agua no santifica, el Espíritu sí.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico