En 2019, ¿me veré más viejo?
Envejecemos cuando no contemporizamos con los más jóvenes al suponerlos ignorantes y arrogantes.
Somos tan jóvenes como nuestra fe, tan viejos como nuestras dudas, tan jóvenes como nuestra confianza en sí mismos, tan viejos como nuestros temores, tan jóvenes como nuestra esperanza, tan viejos como nuestra desesperación. Envejecemos, queridos amigos mayorcitos, cuando nos oímos opinando sobre todo, como si fuéramos gurús en todos los temas. Y por si fuera poco, cuando comentamos con lujo de detalles nuestras enfermedades. Envejecemos cuando solo queremos que nos escuchen y festejen nuestros aciertos, que no critiquen nuestros desaciertos y se aflijan por nuestras penalidades. Envejecemos cuando nos olvidamos de la humildad, si es que alguna vez fuimos humildes. Envejecemos cuando dejamos de ser pensantes para convertirnos en taciturnos y vemos lo malo en todas partes. Viejos felices, según Jorge Luís Borges Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida: claro tuve momentos de alegría, pero si pudiera volver atrás trataría de tener solo buenos momentos, pues yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente y un paraguas. Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano. Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad. Sería menos higiénico. Correría más riegos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría montañas, nadaría en más ríos. Iría a más lugares a donde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios. Si pudiera volver a vivir comenzaría a caminar descalzo a principios de primavera y seguiría así hasta concluir el otoño. Contemplaría más amaneceres y jugaría más con los niños, si tuviera otra vez la vida por delante. Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora. Pero ya ven, tengo 80 años y sé que me estoy muriendo.