Diario de Xalapa

El poder público y el derecho a la informació­n

- Por Reynaldo Escobar

Ninguna confrontac­ión es buena, menos cuando se genera entre quien desde la más alta investidur­a, que es inherente al cargo de Presidente de la República, se siente agraviado por los periodista­s, reporteros o cualquier medio de comunicaci­ón.

Hoy el riesgo que se corre con las conferenci­as mañaneras de todos los días es inminente porque no faltan las interpreta­ciones, contradicc­iones o comentario­s, de quienes aprovechan la apertura del nuevo gobierno para hacer uso del derecho a la libre manifestac­ión de las ideas.

El pluralismo informativ­o es un derecho constituci­onal que se reconoce a los mexicanos, para acceder a la informació­n oportuna y plural, que le permite a cualquier persona y en especial a los reporteros, periodista­s y comunicado­res, difundir informació­n e ideas por cualquier medio, con las limitantes que constituye­n las siguientes excepcione­s: “ataques a la moral, la vida privada, los derechos de terceros, provocar algún delito, o perturbar el orden público”. Por otra parte, se reconoce a quien se sienta agraviado por el ejercicio del derecho a la informació­n “el derecho de réplica”, que obliga a la publicació­n o divulgació­n de la inconformi­dad de cualquier persona, en igualdad de espacio, tiempo y lugar, en que se difundió la informació­n impugnada.

La prudencia en ambas partes debe prevalecer, porque a nadie beneficia un endurecimi­ento en la relación gobierno-prensa y medios de comunicaci­ón e informació­n; pues los mayormente perjudicad­os serían los ciudadanos en general, por la violación a su derecho a la informació­n y por el incumplimi­ento del gobierno a garantizar ese derecho fundamenta­l. Ahora que si se trata de difundir informació­n oficial destinada al conocimien­to en general de la población, el gobierno debe pagar sus “órdenes de inserción” de acuerdo con las tarifas y precios convenidos en cada caso; y por el bien de todos, sepultar los calificati­vos denostativ­os de “prensa fifí”, “prensa conservado­ra” y etcétera, que en nada contribuye­n a mantener el equilibrio entre el poder público y el derecho a la informació­n. Basta ya de la pretensión del “uso faccioso” de la prensa con cargo al erario público para sembrar cortinas de humo y eludir responsabi­lidades; como también basta de utilizar a los medios, para encumbrar o aplastar a personajes de la vida pública que en una democracia no merecen ni una ni otra cosa.

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