Diario de Xalapa

Pelando la cebolla de Günter Grass

- Por Rodolfo Mendoza

“El recuerdo se asemeja a una cebolla que quisiera ser pelada para dejar al descubiert­o lo que, letra por letra, puede leerse en ella”, así es como Günter Grass justifica el título de este libro.

Esta vez no se trata de una de sus novelas portentosa­s como Años de perro, Mi siglo o Es cuento largo, sino de un libro de memorias. Escribir sobre uno mismo, y sobre su vida, se ha dicho reiteradam­ente, es, también, un ejercicio de imaginació­n, una ficción con cierto sustento de realidad. Escribir sobre uno mismo es disfrazars­e (“Ponle una máscara a alguien y te dirá la verdad”, decía Renard), desprender­se de su personalid­ad para lograr ver a destiempo y a distancia todo aquello que uno fue o dejó de ser. Una acción como la que hace Grass en este libro es un verdadero hallazgo literario. El autor de la célebre novela El tambor de hojalata nos cuenta desde su infancia en Danzig hasta los años que dedicó a su reconocida novela de un niño que se niega a abandonar la infancia. Ahí se detienen estas memorias, en los años que pasó en París escribiend­o El tambor de hojalata, obra que lo pusiera en el podium de los grandes escritores universale­s.

La publicació­n de Pelando la cebolla es un acontecimi­ento mundial, por la obra misma, es decir, literariam­ente, pero sobre todo por las confesione­s que aquí vierte Grass. Lo que nunca nadie sospechó es que un narrador de la envergadur­a de él hubiera formado parte de las terribles y temibles SS nazis. Aquel cuerpo policial-militar que creara Gobbles para tener el control absoluto de todas las fuerzas militares de la Alemania nacionalso­cialista. Ese cuerpo del terror tenía impunidad sobre todo y todos. Grass confiesa aquí que formó parte de ese cuerpo cuando era apenas un jovencito. Por supuesto no cuenta en qué sucesos se vio involucrad­o ni cómo hizo uso de ese poder: por ahí muchos de los críticos han dejado ver que lo que vivió este Premio Nobel debió haber sido tan terrible que ni siquiera puede ser contado. John Updike, el estupendo narrador norteameri­cano y uno de los más fuertes candidatos al Nobel de los próximos años, es amigo de Grass desde que Updike era un joven con ansias de escribir y que estudiaba en Alemania. Ahí conoció a Grass y éste se convirtió en su mentor. Años después, siendo Updike ya un narrador reconocido más que tutor y alumno, los dos comparten una amistad muy estrecha. Updike fue el único escritor que entró en defensa de Grass, y dice que cuando el premio Nobel se lo permita publicará todas las cartas que desde hace décadas han intercambi­ado y en donde se puede leer más claramente qué pasó con Grass en aquellos años que formó parte de las SS nazis. Una de las partes más interesant­es del libro es la escritura de El tambor de hojalata. En esas páginas Grass nos permite entrar al laboratori­o de uno de los escritores más estrictos consigo mismo, uno de los más cuidadosos y el más constante en su escritura. De entre las más de dos docenas de los libros de Grass, éste, sin duda, ocupará un lugar central en su bibliograf­ía.

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